Señor, estabas conmigo,
Y por fuera te buscaba...
Estabas conmigo, pero
yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi
sordera.
Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi
ceguera.
Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro
por ti.
Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue
de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén
San Agustín. Confesiones X
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