4 de noviembre 2012
Canto:
En el encuentro anterior la invitación fue a beber de la fuente
carismática de la
Hermanas Auxiliares recibida de P. Rodolfo Carboni y Lucia
Gil Elizalde:
Por eso al lado de la
Fuente están estas dos personas que un momento histórico de
sus vidas supieron escuchar al Espíritu y se largaron tras Jesús sin saber a
dónde Jesús los llevaba…
En ese irse dejando llevar con Jesús, escuchando su Palabra, intimando
con él fueron identificándose con el rostro de Jesús Sacerdote.
Jn 17, 11-19.
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo,
oró, diciendo: «Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado,
para que sean uno, como nosotros.
Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los
que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la
perdición, para que se cumpliera la Escritura.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado
porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes
del mal.
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad.
Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al
mundo.
Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren
ellos en la verdad.»
La invitación de esta tarde es a Mirar a Jesús Sacerdote: pág. 7 y 8
de la Espiritualidad
sacerdotal.
Vamos a leer de a dos estos
aspectos de Jesús sacerdote y qué me dicen a mi como laico que participo de una
comunidad cristiana.
Ser presencia
Ser
presencia, Señor,
es hablar de Tí sin nombrarte;
callar cuando es preciso que el gesto reemplace la palabra.
Ser luz que ilumina el lenguaje del silencio
y voz, que surgiendo de la vida, no habla.
Es decirle a los demás que estamos cerca,
aunque sea grande la distancia que separa.
Es intuir la esperanza de los otros y simplemente, llenarla.
Es sufrir con el que sufre y desde dentro, mostrarle que Dios
cura nuestras llagas.
Es reír con el que ríe y alegrarse del gozo del hermano porque ama.
Es gritar con la fuerza del Espíritu
la verdad que desde Dios siempre nos salva.
Es vivir expuestos y sin armas, confiando ciegamente en tu Palabra.
Es llevar el “desierto” a los hermanos,
compartir tu Misterio y decirles que los amas.
Es saber escuchar tu lenguaje en silencio.
Y “ver” por ellos cuando la fe pareciera que se apaga.
“Ser presencia”, Señor, es saber esperar tu tiempo
sin apresuramientos y con calma.
Es dar serenidad con una paz muy honda.
Es vivir la tensión del desconcierto
en una Iglesia que, porque crece, cambia.
Es abrirse a los “signos de los tiempos”
manteniéndose fiel a tu Palabra.
Es, en fin, Señor, ser caminante
en el camino poblado de hermanos,
gritando en silencio que estas vivo
y que nos tienes tomados de la mano
Cardenal Eduardo Pironio
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