jueves, 17 de marzo de 2011

Hna Magdalena De Aguirre

(Por Hna Elvira Gómez)
            Si se la juzgara superficialmente, tal vez se la creería víctima de un narcisismo poco consonante con la vida religiosa que eligió.
            Porque amaba su figura elegante, esbelta, su cuerpo para el que tenía una verdadera obsesión por los baños, los perfumes, la pulcritud extrema.
            Pero, no; esa personalidad fogosa, apasionada, exuberante, mostraba también y en muchas ocasiones, una renuncia irrevocable a sus gustos y predilecciones; una capacidad para asumir situaciones difíciles, dolorosas, que la dejaban en un silencio profundo, notable, porque, naturalmente, hablaba para ser escuchada; discutía para salir con la suya; opinaba para decir que había oído o leído cuanto libro o noticia radial  o periódico había conocido.
Relataba con lujo de detalles para hacer vivir lo que decía y conocía a cuanto sacerdote o seminarista había pasado en años, por la Arquidiócesis.
            De uno de ellos que la quería como muchos otros, se oyó decir: “No se conciben las Auxiliares sin una Magdalena, pero tampoco, con dos”.
Generosa como la que más – harto lo demostró cuando ingresó en la Obra en la que había siete Señoritas, sin ningún atractivo humano sino siguiendo a ese Cristo que la “enamoró” y sostenida por la comprensión y afecto del Fundador – daba con esa exuberancia que para ella exigía. Dejaba libertad cuando dirigía una comunidad, pero también la tomaba. Un sentido de justicia la hizo accesible a todas, aunque se notaban sus predilecciones.
            Amaba el trabajo y con responsabilidad irrenunciable lo ejecutaba y lo exigía. Apasionada, leía y releía a Santa Teresa, a Santa Catalina, las grandes, deseando imitarlas, porque si no… para qué dejarlo todo…!
Con Santa Teresita no hacía “muchas migas”; eso de ser la “pelotita del Señor” no la entusiasmaba mucho. Pero, en el último tramo de su vida cuando le pareció que le coartaban su libertad, la comprendió y lo dijo públicamente. Fue tal la sorpresa, que una de las Hnas. mayores, sonriente le recordó tiempos idos…!
Al Padre Carboni que la quiso con predilección, le oí decir una vez: “Es una niña grande”. Y, efectivamente, guardaba una ingenuidad, una limpidez, una franqueza, porque era vasca por los cuatro costados –y de ello se enorgullecía- que, en más de una ocasión, desconcertaba.
Y, todo eso, unido a una presencia física muy atrayente, lo obligaron al Padre a mantenerla cerca suyo, porque en más de una ocasión y a uno de sus penitentes a quien aconsejaba buscara a una compañera para su vida, tuvo que frenar cuando le dijo: “Ya la tengo; esa Srita muy bonita que viene todos los días al Rosario y a Vísperas”.
En Santa Rosa, con el grupo de laicos que formaba el Padre Carboni, fue compañera y amiga. Ahora, en el centenario del nacimiento le piden datos como quien fue testigo de sus vivencias de juventud, para organizar el Acto Académico.
Fue Consejera en tres períodos del Gobierno General. También pasó por las Parroquias de Devoto, Santa Rosa, Urquiza, siempre, por supuesto, en Bs. As., porque ella amaba la “pastoral del asfalto” como decía. Y agregaba: “los maizales del campo me deprimen…!” Tal vez por recuerdos de su niñez.
Sólo un tiempo estuvo en Capitán Sarmiento, provincia de Bs. As., y allí comprobamos todas lo verdadero de sus expresiones.
Años más tarde, volcó sus aptitudes colaborando con los jesuitas en Regina.
Y a esa libertad que tanto amó y pregonó cuando era autoridad, el Señor le pidió el último reducto de obediencia misteriosa, crucificante, purificadora.
También en la Pastoral se derrumbaron esquemas que creían muy asegurados: otros tiempos, otras personas…
Actualmente, retirada de toda actividad por una dolencia ósea persistente, se regocija –son sus palabras- recibiendo en su casa a los catecúmenos y otros adultos que desean profundizar su Fe.
Con frecuencia se reúne para participar en el “simposio de los Aguirre” como ella dice, que deben ser menos “ateos” de lo que cuenta de sus hermanos porque uno de ellos tiene dos hijos consagrados: uno en el sacerdocio diocesano, y otro en los Marianistas.
A esta hija mayor de ocho hermanos, que dejó todo, todo, se le puede aplicar lo de la Magdalena del Evangelio: “Porque amó mucho, se le dio mucho”

Su pascua fue el 17 de marzo de 2011