Por Hna Elvira Gómez
"Treinta de agosto, esto más que una fecha me recuerda una región agro-ganadera de la Pcia de Bs As muy unida a sus dueños, la familia Espaín-Garat de la cual vino nuestra querida Ana Rosa.
No sé si tendrá relación con la fecha del calendario que presenta a Santa Rosa de Lima como Patrona de América y, muy especial y sensiblemente unida a nuestra Congregación, porque cuando Pío XII, entonces Cardenal Pacelli, consagró la hermosa Basílica, la Jerarquía designó como párroco al P. Rodolfo Carboni, cuyos restos ahí descansan junto a uno de los emblemas -la gran Hostia eucarística- del Congreso Eucarístico Nacional.
Tal vez Ana Rosa le encontró alguna relación cuando conoció al P. Carboni en el año 39 o 40, más o menos, porque le oí decir varias veces que, con la muerte de Lucía en el año 41, toda la fuerza que había sentido para seguir a Cristo en la Congregación de las Auxiliares Parroquiales, parecía que se debilitaba llevándola al pesimismo desolador.
Pero, ahí estaba su madre, mujer de temple cristiana ferviente, de quien recibió estas palabras proféticas: "lo que haz de hacer hazlo pronto".
Y así, tuvimos a Ana Rosa con nosotros, con su personalidad de impronta vasca por los cuatro costados; con un aspecto de paz y serenidad que sólo a veces perdía cuando sus nervios la traicionaban, porque la fidelidad a ese Cristo que la llamó, era total y la agobiaba en ocasiones un exceso de de responsabilidad que expresaba en pesimismo, depresiones y un cúmulo de escrúpulos que casi diríamos la atormentó, hasta que la obediencia ciega al Padre Carboni pudo liberarla.
La recuerdo en sus andanzas apostólicas sin descanso, en el frío, el calor, en la lluvia o en el sol, para recorrer en Capitán Sarmiento, la viña del Señor.
Y tanto, que recibió del párroco, español muy rígido e intransigente, este elogio: "Es un puntal de la Congregación".
Y sí, el Padre también así lo consideró cuando la nombró Superiora General después de la muerte de Lucía. En ese tiempo ingresé yo y la vi sufrir mucho, muchísimo: sus excelentes cualidades naturales, su historia personal y familiar, su vida entregada y sacrificada, dulcificada por una oración constante, no le dieron no obstante, las cualidades de Gobierno que exigía esta Congregación naciente.
Su sufrimiento oscuro, silencioso, debe haber sido muy fecundo. No lo dudamos.
Pasaron los años. El Litoral la conoció recorriendo los caminos del Señor: Posadas, Monte Caseros, Corrientes, 9 de Julio, Bs As, y luego Santa Fe, dándose totalmente en Catequesis, en la liturgia a la que su voz sonora, bien modulada, enriqueció mucho. La mantuvo hasta bien pasados los setenta.
Lo dio todo: hasta sus 500 hectáreas de campo que el Señor, al final -cuando sus nervios quebrantados y las limitaciones de la edad le iban creando inseguridades y depresiones- se lo fue devolviendo en la caridad de uno de sus hermanos quien puntualmente le envía el giro para sus remedios. Sabía, por antecedentes de la familia que no se la podía dejar en la angustia psíquica con peligro de llevarla a extremos insospechados.
Su imagen placentera y bondadosa nos hizo siempre bien a todas".
Su pascua fue el 11 de abril de 2004
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