¿QUIÉN DECIDE QUÉ NECESITAMOS O DEJAMOS DE NECESITAR?
"La
intensidad, la satisfacción y hasta el carácter de las necesidades humanas, más
allá del nivel biológico, han sido siempre precondicionadas. Se conciba o no
como una necesidad, la posibilidad de hacer o dejar de hacer, de
disfrutar o destruir, de poseer o rechazar algo, ello depende de si puede o no
ser vista como deseable y necesaria para las instituciones e intereses
predominantes de la sociedad. [...]
Se
puede distinguir entre necesidades verdaderas y falsas. «Falsas» son aquellas
que intereses sociales particulares imponen al individuo para su represión: las
necesidades que perpetúan el esfuerzo, la agresividad, la miseria y la
injusticia. Su satisfacción puede ser de lo más grata para el individuo, pero
esta felicidad no es una condición que deba ser mantenida y protegida si sirve
para impedir el desarrollo de la capacidad (la suya propia y la de otros) de
reconocer la enfermedad del todo y de aprovechar las posibilidades de curarla.
El
resultado es, en este caso, la euforia dentro de la infelicidad. La mayor parte
de las necesidades predominantes de descansar, divertirse, comportarse y
consumir de acuerdo con los anuncios, de amar y odiar lo que otros odian y aman,
pertenece a esta categoría de falsas necesidades.
Estas
necesidades tienen un contenido y una función sociales, determinadas por
poderes externos sobre los que el individuo no tiene ningún control; el
desarrollo y la satisfacción de estas necesidades es heterónomo. No importa
hasta qué punto se hayan convertido en algo propio del individuo, reproducidas
y fortificadas por las condiciones de su existencia; no importa que se
identifique con ellas y se encuentre a sí mismo en su satisfacción. Siguen siendo
lo que fueron desde el principio; productos de una sociedad cuyos intereses dominantes
requieren la represión.
El
predominio de las necesidades represivas es un hecho cumplido, aceptado por
ignorancia y por derrotismo, pero es un hecho que debe ser eliminado tanto en
interés del individuo feliz, como de todos aquellos cuya miseria es el precio
de su satisfacción. Las únicas necesidades que pueden inequívocamente reclamar
satisfacción son las vitales: alimento, vestido y habitación en el nivel de
cultura que esté al alcance. La satisfacción de estas necesidades es el
requisito para la realización de todas las necesidades […]"
Extractado de "El Hombre Unidimensional" de Herbert Marcuse
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