domingo, 7 de junio de 2015

Cuerpo y Sangre de Cristo

      Aquella noche santa, 
      te nos quedaste nuestro, 
      con angustia tu vida, 
      sin heridas tu Cuerpo.

Te nos quedaste vivo, 
porque ibas a ser muerto; 
porque iban a romperte, 
te nos quedaste entero.
Gota a gota tu sangre, 
grano a grano tu cuerpo: 
un lagar y un molino 
en dos trozos de leño.

      Aquella noche santa, 
      te nos quedaste nuestro.

Te nos quedaste todo: 
amor y sacramento, 
ternura prodigiosa, 
todo en ti, tierra y cielo.
Te quedaste conciso, 
te escondite concreto, 
nada para el sentido, 
todo para el misterio.

      Aquella noche santa, 
      te nos quedaste nuestro.

Vino de ser herida, 
trigo de pan hambriento, 
toda tu hambre cercana, 
tú, blancura de fuego.
En este frío de hombre 
y en su labio reseco, 
aquella noche santa, 
te nos quedaste nuestro.

      Te adoro, Cristo oculto,
      te adoro, Trigo tierno. Amén


(Himno del Oficio de Lectura)


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