Hija de monte Caseros –Ctes. – porque allí nació
y vivió la mayor parte de su vida siendo la Srta. Elena a quien
todos, grandes y chicos, ricos y pobres, conocían y agradecían su solicitud
cuando fue socia de Acción Católica y Delegada Diocesana de la Rama de Jóvenes.
De familia acomodada, en el gran caserón que
también acogía a la tía, a la muchacha que servía, como en aquellos tiempos y
cuya fidelidad y cariño la hacían pertenecer
al grupo familiar integrado por un hermano y una hermana, Sarita, esposa
de un médico al que dedicó no sólo los compromisos de sus cinco hijos, sino su
eficiente colaboración en la Clínica Médica
donde él ejerció su Profesión.
Conoció
a las Auxiliares que tenían una Casa en Monte Caseros y frecuentando sus
actividades se dio cuenta que era allí donde el Señor la llamaba.
Con algunos años más que las demás, esa
experiencia de vida y actividades seguramente le sirvieron para iluminar ahora
las exigencias de la vida religiosa de difícil transformación cuando lo años se
han sumado.
Discreta, prudente, bien vasca, como lo dice el
apellido, vivió la vida de comunidad sin hacer notar lo que le exigía, siempre
dispuesta a poner en todo un manto de paz. Así la conocí cuando me acompañó a
Azul –recién salida del Noviciado- donde fue querida por el clero y los laicos
y para mí, la hermana mayor.
Pasó
por varias comunidades, y fue, en un período, elegida como Vicaria General,
hasta que el Señor la purificó en la prueba desgarradora.
Su
querida hermana, Sarita, mujer de temple y profunda unión con el Señor, víctima
de un cáncer fulminante dejó a sus cinco hijos con la abuela.
Oportunamente
se establecieron en La Plata
para seguir sus estudios universitarios y allí, la paciente y santa abuela
tejió gorros de los colores del Club, que sus nietos usaban en la cancha de
fútbol.
Pero,
era el tiempo oscuro y tenebroso de la guerrilla, de la represión y estos
vasquitos puros, ingenuos, mal aconsejados, se metieron en sus filas, llegando
después de algunos años de lucha, perseguidos, escondidos, a caer bajo el fuego
adversario.
Dos de ellos, pagaron con sus vidas.
Actualmente,
otros dos, médicos, han formado sus familias y uno de ellos se estableció en el
Sud, lugar que acogió a María Elena, cuando habiendo pedido la exclaustración
temporal, tomó la responsabilidad de su sobrina, Rosarito, hermana menor de
todos ellos, marcada con el Síndrome de Down.
La
ley de la carne y de la sangre permanece siempre y cuando se ha adquirido esa
libertad de espíritu que ha iluminado los valores de la consagración, cualquier
atajo en el camino, profundiza y fecunda la entrega.
Su
pascua fue el 20
de abril de 2009 .
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