domingo, 6 de diciembre de 2020

Segundo Domingo de Adviento

 Reflexión del Evangelio según San Marcos 1,1-8

El Evangelio de hoy nos presenta un personaje y una imagen. Hay alguien que clama, que grita, que anuncia, pero lo hace en el desierto. El desierto es en la Biblia, un lugar teológico. Allí, Dios se muestra, conduce y cuida, como lo hizo con el pueblo de Israel durante 40 años, antes de llegar a la tierra prometida. También es el lugar donde Él preferentemente habla, porque su voz es como un susurro, como el susurro de los enamorados cuando se dicen cuánto se quieren…


 

Pero también es un lugar existencial. Cuántas veces no hemos atravesado por momentos en que sentimos la soledad, el vacío, el silencio vertiginoso que nos invade cuando experimentamos que Dios calla, y que ya no tenemos dónde sostenernos.

Allí, en ese espacio teologal y existencial, es donde aparece una VOZ, que vuelve a invitarnos a preparar el camino (claro…en el desierto no suele haber caminos ni autopistas), a disponer todo para la llegada del Señor, quitando lo que sea obstáculo para que Él venga. 

¿Qué nos dice esta voz?: escuchen, preparen, enderecen…llega Alguien que viene a traernos una novedad

Nos dice nuestra Hna. Lucía Gil Elizalde a propósito de la figura de Juan el Bautista: “Tres de los cuatro evangelios de los domingos de Adviento evocan la vehemente figura del profeta del desierto, que encarna toda la profecía, el alma de Israel, en los preludios del día de Dios tantas veces anunciado…Sin duda alguna que el día que los dos temas de la predicación del Bautista – justicia y humanidad – se graben plenamente en nuestras almas, ese día habremos comenzado por el verdadero principio y habremos encontrado realmente el camino que conduce a la verdadera felicidad”.

Vivamos este tiempo que se nos regala, con verdadero sentido de HUMANIDAD, porque Aquel que quiere venir a nuestra vida y a nuestra historia, es también plenamente humano, y sólo lo encontraremos en esta humanidad que somos.

 

por Hna María de los Ángeles Puy

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