En los albores del domingo, una mujer, María Magdalena, atraviesa la noche de la incertidumbre para buscar; buscar el Amor, porque no se resigna a la idea de la muerte. Y la voz del Resucitado pronunciando su nombre le revela al Viviente, al Testigo Fiel (Juan 20,11)
Jesús, el Sacerdote de la nueva Alianza, cuyo Nombre está sobre todo nombre, coloca a esta discípula en la corriente fecunda de los testigos y anunciadores. Las lágrimas de María Magdalena se transforman en dinamismo de vida, rapidez. No hay tiempo que perder. Vete, corre María Magdalena, no te quedes en el sepulcro. Apúrate porque hay que anunciar, gritar, proclamar desde lo alto de los tejados. No te detengas ni detengas al Maestro, porque llegó otra hora. No se trata de seguir en los lugares de muerte, ahora hay que anunciar la Vida.
En medio de nuestras dudas y vacíos, Jesús sigue pronunciando nuestros nombres. Nos envía asegurándonos "Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos" (Mateo 28,20)
El espíritu sacerdotal es la vivencia personal y comunitaria de que Cristo salva, recapitula, reúne. Es un espíritu que busca la unidad, la reconciliación. Es profundamente comprometido, no excluye lo distinto. Es un espíritu lleno de pasión que hace de los varones y mujeres "amigos de Dios" (Sabiduría 7,27)
Con Corazón sacerdotal
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