miércoles, 18 de abril de 2018

Ciudadan@s de nuestra Humanidad

para bucear en la dimensión ciudadana de nuestro modo de vivir el Evangelio, compartimos este extracto de

DIMENSIONES POLÍTICAS DEL  VOLUNTARIADO
DE LA PROMOCIÓN AL CAMBIO DE  ESTRUCTURAS
 Enrique Falcón

disponible en:

https://www.cristianismeijusticia.net/sites/default/files/pdf/es79_0.pdf

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Hacer visible una cultura de la subversión

(...) el voluntariado de marginación, en tanto que agente social movilizador, ha provocado que se comience a hablar de una cultura del voluntariado. A dicha cultura, muy a menudo nombrada, se la ha querido describir con diversas adscripciones: cultura de la gratuidad, de la relación solidaria a escala humana, de la ciudadanía y de la participación pública, cultura de la dinamización comunitaria, de la atención al otro y de la inmediatez, de la búsqueda y el encuentro con lo periférico y lo institucionalmente inservible, microcultura de la justicia y del cuidado, de la disponibilidad y de la entrega, etc. No es éste el lugar de definirla sino de resituar el carácter subversivo de muchos de estos Lo importante en todo caso es traer a cuenta que en un sistema de sociedades como las nuestras (sociedades de control, de exclusión y mercantilización de la existencia, y de extrema injusticia social) discursos y, sobre todo, experiencias concretas de gratuidad se hacen significativamente subversivos. Sólo los dinamismos controladores de la pacificación social las pueden interpretar y presentar luego como experiencias tranquilizadoras de `solidaridad ciudadana' que merecen ser aplaudidas y valoradas socialmente, ... hasta neutralizarlas casi por completo en su dimensión conflictiva elementos. Vaya, por supuesto, por delante que en la configuración de los mismos no sólo no ha intervenido exclusivamente el voluntariado en sí, sino que en el desarrollo de dicha cultura la aportación de otros movimientos y agentes sociales de emancipación va siendo más que apreciable a simple vista.
El voluntariado tiene su máxima riqueza en los elementos de gratuidad, justicia y cuidado, de visión desde los de abajo... que configuran su cultura. Pero sigue siendo para él un reto inaplazable el mantener dicha cultura en lo que es y puede ser: una cultura intranquilizante. Poco tiene que ver ésta con la cultura de la dominación, de los intercambios sociales basados en la mercantilización y el consumo de bienes (no sólo materiales) a expensas de la suerte de los otros. No se trata más que de hacer socialmente (políticamente) visibles: Apuestas por lo no-funcional, muy a pesar de los reconocimientos de la utilidad del voluntariado por parte de las instituciones del Estado. Apuestas por lo gratuito y lo no-rentable, muy a pesar de los fomentos del voluntariado por parte de algunas instancias mercantiles o bancarias. Apuestas por la pre-ocupación, el hacerse cargo y el cargar con la suerte de las personas y colectivos que para poco cuentan, muy a pesar de los discursos culturales en que la cotidianidad basa una `solidaridad gratificante y tranquilizadora'

En definitiva no se trata más que de hacer presente que existe, y está latiendo, otra cultura hecha de elementos que son en realidad alternativos. 😉

Narrar lo invisible


Parejamente a dicha cultura, se hace hoy urgente explicitar y hacer públicas las narraciones de la exclusión, señalando a los culpables y reconociendo las causas estructurales de dicha exclusión, en modo alguno fortuitas. Sin victimismos ni espectacularizaciones del drama, sino procurando injertar incómodamente el discurso de lo periférico en los centros del privilegio. Por ello se nos planteará siempre con honestidad el evitar ser voz de los sin voz, porque el excluido (el invisible, en definitiva) sí tiene voz propia, su propia narración, quizá más deteriorada y desde luego relegada en los márgenes sociales. En nuestras modernas sociedades de control, narrar lo invisible provoca conflicto porque explicita lo invisible de manera visible y pública. Lo que quizá parece obvio no lo es, en realidad: basta para ello con prestar atención a los soportes y canales comunicativos en los que hoy se intercambian socialmente las narraciones. Quizá las entidades de voluntariado que trabajan en los ámbitos de la exclusión deberían continuar potenciando en sus propias agendas políticas la denuncia de la manera con que las víctimas son tratadas y presentadas en los medios de comunicación de masas. Narrar lo invisible supone también desmantelar críticamente la frivolización circense del sufrimiento, las mascaradas maratonianas de recaudación televisiva de fondos de solidaridad, la espectacularización de la tragedia, la interesada estetización de lo solidario y la estigmatización dramatizante de lo periférico a lo largo de los canales estandarizados de la información. De otro modo, narrar lo invisible seguirá siendo un discurso clandestino, intercambiado gracias sólo a algunos medios de comunicación de carácter alternativo y corte minoritario, a los que conviene seguir apoyando. Narrar lo invisible con seriedad y respeto a lo inviolable de la dignidad de las personas es, posiblemente, una narración muy poco rentable.
 



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