No conquistar, sino liberar
Al parecer, Jesús no entró nunca en las ciudades pagas de su entorno a proclamar su mensaje. No se considera un "conquistador religioso". Se siente más bien enviado al pueblo de Israel, llamado a ser un día "luz de los pueblos paganos", según el profeta Isaías. Y, dentro de Israel, enviado a las "ovejas perdidas", los más pobres y olvidados, los más despreciados, los maltratados por la vida y por la sociedad.
Sin embargo, en un momento en que se ha retirado a la región de Tiro y Sidón, Jesús se encuentra con una mujer pagana que viene hacia él con un sufrimiento grande: "Mi hija tiene un demonio muy malo". Algo inquietante y siniestro se ha apoderado de ella; no puede comunicarse con su hija querida; la vida se le ha convertido en un infierno. De aquella madre pagana sólo nace un grito hacia Jesús: "Ten compasión de mí".
La reacción de Jesús siempre es la misma. Sólo atiende al sufrimiento. Le conmueve la pena de aquella mujer luchando con fe por su hija. El sufrimiento humano no tiene fronteras ni conoce los límites de las religiones. Por eso tampoco la compasión ha de quedar encerrada en la propia religión. Jesús sabe que Dios no quiere ver sufrir a nadie. Y él, que reza: "Hágase tu voluntad", dice a la pagana: "Hágase tu voluntad", pues coincide con la de Dios.
No pocas veces la relación del cristianismo con otras religiones ha sido una relación de invasión y sometimiento. Consciente de su poder, la Iglesia se esforzó por imponer su fe e implantar su sistema religioso, contribuyendo a destruir culturas y desarraigar poblaciones enteras de sus propias raíces. Esta operación "colonizadora" nacía, sin duda, de un deseo sincero de hacer cristianos a todos los pueblos, pero no era la manera evangélica de hacer presente el Espíritu de Cristo en tierras paganas.
Hoy las cosas han cambiado. Los cristianos hemos aprendido a acercarnos al sufrimiento humano para tratar de aliviarlo. el trabajo de los misioneros y misioneras ha conocido una profunda transformación. su misión no es "conquistar" pueblos para la fe, sino servir abnegadamente para liberar a las gentes del hambre, la miseria o la enfermedad. Son los mejores testigos de Cristo sobre la Tierra. De su servicio puede nacer la verdadera fe en Jesucristo.
De "El camino abierto por Jesús" - José Antonio Pagola
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