"La ruptura entre Evangelio y cultura es sin
duda alguna el drama de nuestro tiempo […] De ahí que hay que hacer todos los
esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o más
exactamente de las culturas".
El modelo al que ahora nos referimos ha de estar
marcado por un fuerte acento evangelizador, que debería ir más allá de un
primer momento. Reconociendo que la evangelización es un proceso complejo
habría que procurar que sus variados elementos -renovación de la humanidad,
testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad,
acogida de los signos, iniciativas de apostolado- no sean propuestos ni vividos
como momentos aislados, sucesivos o excluyentes, sino como complementarios y
mutuamente enriquecedores. Sin dejar de velar por los infantes habrá un fuerte
reclamo por la evangelización de los responsables de su educación. Está claro
que los bebés no pueden responder por sí mismos en este proceso evangelizador
pero sí sus padres, padrinos y educadores en general. Se urgirá la recuperación
del catecumenado, tanto de adultos como de niños en edad escolar, esto es, con
uso de razón. Se insistirá en destacar la importancia de la celebración
unitaria de los sacramentos para que se ponga de manifiesto "la unidad del
misterio pascual, la relación entre la misión del Hijo y la efusión del
Espíritu Santo". Si bien se respetan las variadas fechas en que ésta puede
celebrarse se acentúa la importancia de la Pascua y se resalta la figura del obispo, a quien
nosotros aplicaremos el apelativo de ministro originario de la iniciación
cristiana. Aquel momento mistagógico del modelo catecumenal unido a la
convicción de que la evangelización ha de ser un proceso de permanente
actualización, creemos, ha derivado en la conformación de lo que se llama
itinerario catequístico permanente.
Modelo
|
Catecumenal
|
Habitual
|
Escolar
|
Kaino Catecumenal
|
Ambiente cultural
|
Sociedad y
culturas paganas
|
Societas
Christiana
|
Societas
Christiana "cuestionada" por los protestantes
|
Cultura y
sociedad afectadas por el "secularismo"
|
Frase característica
|
"Cristiano
no se nace, sino que se hace"
|
"No
se puede nacer y no ser cristiano"
|
"Para
ser cristiano en serio hay que conocer la fe"
|
|
Destinatario principal
|
Adulto
|
Infantes
|
Niños
|
Niños y
adultos
|
Dinámica
|
Catecumenado
Celebración unitaria de los Sacramentos
Mistagogía
|
Celebración
unitaria (y separada) de los Sacramentos
Catequesis Familiar
|
Celebración
Separada y distanciada de los Sacramentos
Catequesis escolarizada
|
Reclamo
por celebración unitaria
Catequesis Kerigmática
Catecumenado
ICP Mistagógico
|
Predicación
Conversión
Fe
Sacramentos
|
Celebración
Sacramentps
Vida "cristiana"
|
Bautismo
Doctrina Cristiana
Comunión
Confirmación
|
Bautismo
Catecumenado niños
Confirmación
Eucaristía
ICP
|
Tiempo
|
Pascua
|
Pascua
Pentecostés
Quam primum
|
Cualquier
fecha
Quam primum
|
Revalorizar
la Pascua
|
Ministro Ordinario
|
Obispo
|
Obispo
Presbíteros
|
Obispo
Presbíteros
etc.
|
Obispo
ministro originario
|
Algunos
interrogantes
• ¿A qué nos referimos
cuando hablamos de la "iniciación cristiana"?
- Se trata de volver a algo remoto, a un esquema
preconciliar…?
- Se trata de usar un lenguaje distinto para lo que
hicimos siempre?
- Se trata de agregar una nueva exigencia
catequística?
- Se trata de cuestionar de nuevo el orden de los
sacramentos?
• Teniendo en cuenta que partimos de aquella
afirmación del Catecismo: "Desde los tiempos apostólicos, para llegar a
ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas.
Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre
algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del
Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la
efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística".
• ¿Qué repercusiones
prácticas-pastorales vislumbramos al hablar de la IC como un "proceso de transformación
progresiva"?
• Hablamos de un itinerario-camino-proceso que se
recorre rápido o lentamente… ¿De qué o quién depende?
• Hablamos de un proceso-camino en el que catequesis,
celebración, mistagogia son momentos integrantes… ahora bien ¿qué lugar ha de
ocupar cada uno? ¿de qué manera deben interactuar? ¿De qué manera influyen o
deberían hacerlo ministros, agentes pastorales y catecúmenos…?
• Predicación, Conversión, Catequesis, Sacramentos,
Mistagogia: ¿Palabras que estructuran una teoría o acontecimientos que tejen
una historia?
• Desde el contexto de la evolución histórica, en el
marco del modelo kaino-catecumenal:
• Catecumenado ¿es lo mismo que Catequesis
presacramental?
• ¿Existe en la actualidad el catecumenado de adultos
o de "niños en edad escolar"?
• Donde se ha constituido, ¿cómo se desarrolla? son
ciclos que se "pasan"; procesos que se "viven"; exigencias
que se "cumplen"; requisitos que se "verifican"…?
A continuación
seguiríamos trabajando:
2. La iniciación cristiana: "un gran sacramento".
En este apartado dialogaríamos desde el concepto de "sacramento" para
reconocer en el la unidad de la iniciación cristiana y trataríamos de
vislumbrar el alcance de las consecuencias de este concepto.
3. La Iniciación
cristiana una interacción dinámica.
En este apartado abordaríamos el tema de las responsabilidades de ministros y
agentes pastorales que intervienen en la preparación, desarrollo y
acompañamiento de la iniciación cristiana de niños, jóvenes y adultos; la
valoración de la comunidad como "origen, lugar y meta" de la IC.
En ambos "talleres" trabajaríamos a partir del diálogo sobre
"algunos interrogantes". La importancia de plasmar las convicciones
en un "proyecto global de catequesis, articulado y coherente" .
2. La
Iniciación Cristiana: Un gran Sacramento
|
Un gran sacramento.
Intentaremos ahora profundizar en una visión integradora y orgánica de la
iniciación cristiana.
Esta visión integral de la iniciación abarca la evangelización y las diversas
formas del ministerio de la
Palabra en orden a suscitar la conversión y la fe de los
catecúmenos y de los fieles. Esta mirada global e integradora que tiene su
fundamento en el Nuevo Testamento, en los Santos Padres y en la liturgia de los
primeros siglos nos permite reconocer que la celebración de los sacramentos es
sin duda el momento descollante, el de una expresividad deslumbrante, que a la
vez requiere de un proceso de preparación -catecumenado- y de una etapa de
asimilación -mistagogia-. Es fundamental, a nuestro entender, superar el
aislacionismo doctrinal y pastoral con que han sido tratados los sacramentos de
la iniciación y procurar ofrecer una mirada articulada por la interrelación
mutua de los sacramentos del bautismo, de la confirmación y de la eucaristía,
sin olvidar que esta última y sólo ella, es el culmen de este proceso.
Hemos definido inicialmente a la IC
como un proceso de transformación en el que quien participa va identificándose
progresivamente con Cristo y esto a través de un itinerario gradual.
Por ser un proceso supone etapas, no necesariamente consecutivas, pero sí
mutuamente implicadas y orientadas a una misma finalidad. Proceso caracterizado
por el anuncio y por la escucha de la Palabra de Dios, por la celebración de los
Sacramentos y por el testimonio de fe, esperanza y caridad.
Por ser un proceso de transformación supone cambios, de tal manera que quien
participe asuma una nueva identidad, y que ésta se manifieste en su
comportamiento personal y comunitario.
Un proceso de transformación progresiva supone normalmente grados de desarrollo
sucesivo, que tenga en cuenta "la lentitud de la madurez psicológica e
histórica y la espera de la hora en que Dios lo haga eficaz".
Los momentos que componen esta iniciación guardan entre sí una íntima unidad,
constantemente reclamada por el Magisterio, muy insistentemente desde el
Concilio Vaticano II, y expresado de un modo vivo y elocuente en el Catecismo
de la Iglesia
Católica cuando afirma que mediante los sacramentos de la
iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se ponen
los fundamentos de toda vida cristiana. "La participación en la naturaleza
divina, que los hombres reciben como don mediante la gracia de Cristo, tiene
cierta analogía con el origen, el crecimiento y el sustento de la vida natural.
En efecto, los fieles renacidos en el Bautismo se fortalecen con el sacramento
de la Confirmación
y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el manjar de la vida eterna, y,
así por medio de estos sacramentos de la iniciación cristiana, reciben cada vez
con más abundancia los tesoros de la vida divina y avanzan hacia la perfección de la
caridad".
Y entre las reflexiones ofrecidas al término del Sínodo de obispos sobre la
evangelización de América se insiste
La comunión de vida en la
Iglesia se obtiene por los sacramentos de la iniciación
cristiana: bautismo, confirmación y Eucaristía. [...] Estos sacramentos son una
excelente oportunidad para una buena evangelización y catequesis, cuando su
preparación se hace por agentes dotados de fe y competencia. Aunque en las diversas
diócesis de América se ha avanzado mucho en la preparación para los sacramentos
de la iniciación cristiana, los padres sinodales se lamentaban de que todavía
son muchos los que los reciben sin la suficiente formación.
Sabiendo, pues que "los sacramentos del bautismo, de la confirmación y de
la santísima Eucaristía están tan íntimamente unidos entre sí, [y] que todos
son necesarios para la plena iniciación cristiana" nos preguntamos ¿en qué
consiste esta "necesidad"?, ¿qué significa propiamente la expresión
"plena iniciación cristiana"?, ¿a qué se refiere el Magisterio al
insistir sobre la "íntima unidad" que existe entre los tres
sacramentos mencionados?, ¿por qué advierte que esta unidad "debe ser
salvaguardada" ?
Si "los tres sacramentos de la iniciación cristiana se complementan entre
sí de tal manera, que conducen a su desarrollo total a los fieles, para que
realicen en la Iglesia
y en el mundo la misión encomendada a todo el pueblo cristiano" ; ¿cómo
prepararse y celebrarlos para que se perciba en ello "la unidad del
misterio pascual, la relación entre la misión del Hijo y la efusión del
Espíritu Santo" ?.
El Concilio Vaticano II en uno de sus primeros documentos, nos permite advertir
que la gran preocupación es y sigue siendo la íntima unidad que debe vincular a
los sacramentos que componen la iniciación cristiana: "revísese también el
rito de la confirmación, para que aparezca más claramente la íntima relación de
este sacramento con toda la iniciación cristiana".
Entendemos que si recomienda el documento conciliar "que aparezca más
claramente" es porque ciertos usos rituales no presentarían nítidamente
aquella "íntima relación" y al concluir "con toda la iniciación
cristiana", percibimos que el peso de la proposición está puesto allí, en
el reconocimiento del proceso global e integrador de la iniciación, en el que
cada momento ha de estar articulado y en permanente referencia.
Si bien es cierto que la expresión IC hace referencia, principalmente, a los
sacramentos del bautismo, la confirmación y la eucaristía, sin embargo, no se
agota en ellos. El Concilio Vaticano II afirma que éstos "son sacramentos
de la iniciación cristiana" . El uso del genitivo initiationis christianae
nos permite reconocer que aquellos sacramentos están íntimamente vinculados
entre sí y relacionados con un acontecimiento que les da unidad de comprensión
a tal punto que numerosos autores hablan del "gran sacramento de la
iniciación cristiana".
Ahora bien, el concilio de Trento ha afirmado categóricamente que los sacramentos
no son ni más ni menos que siete y entre los enunciados no figura la iniciación
cristiana. Cabe entonces preguntarnos, ¿podemos hablar de la iniciación
cristiana como un "gran sacramento"?. Entendemos que el concepto
sacramento no es unívoco sino análogo ya que el mismo magisterio nos habla de la Iglesia como sacramento
universal de salvación , y ésta tampoco figura entre los siete mencionados en
Trento. De allí que el primer punto que desarrollaremos en nuestra reflexión
sobre la iniciación procurará describir en qué sentido utilizamos nosotros la
expresión gran sacramento de la iniciación cristiana.
Al referirnos entonces a la
Iniciación cristiana como un gran sacramento, reconocemos que
toda ella, considerada en su conjunto, es como un sacramento. Es decir que la IC revela y posibilita una
participación humana en el misterio de Dios. Toda ella es un signo eficaz de la
gracia, una acción simbólica dialogal; en la que admirablemente Dios interviene
tomando la iniciativa, esperando una activa participación del hombre que le
responda vitalmente, involucrándose en el acompañamiento y en la respuesta, la
comunidad eclesial.
La iniciación cristiana invita al hombre a participar del Misterio de Dios, a
transformar su historia en historia de salvación. Le es propuesta una vida, la
misma vida de Cristo , que solo se percibe desde la fe.
"La salvación es ofrecida a todos los hombres". En el hecho de la Redención está la
salvación de todos, "porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de
la Redención
y con cada uno Cristo se ha unido, para siempre, por medio de este
misterio". La iniciación cristiana procura, como decíamos al principio,
hacer cristianos, ya que como tal no se nace . Hacerse cristiano es
fundamentalmente ser injertados en el misterio de Cristo muerto y resucitado,
que no es un mito, sino un Acontecimiento histórico salvífico. Por eso ser
cristiano no es un hecho "natural", sino que sobreviene a la
existencia fruto de la gracia que se ofrece y que libremente se acepta. En este
sentido decimos que la IC
es una acción en la que Dios toma la iniciativa y espera del hombre una
respuesta.
La iniciación cristiana es memorial ya que le permite al hombre participar de
aquel acontecimiento salvador acaecido en Jerusalén y que atraviesa toda la
historia ofreciendo la salvación de Dios a todos los hombres de todos los
tiempos entre los cuales se encuentra él. La IC es, pues, memorial de la Pascua: recuerda lo
acontecido en la primera Pascua de Jerusalén, celebra la Pascua del creyente,
anticipa la gloria de la Pascua
definitiva.
La IC es pues, un gran sacramento: signo eficaz de la gracia; acción simbólica
eclesial y dialogal por la que los hombres participamos de la redención obrada
por Jesús…
Cristo vive y actúa en su Iglesia y con ella. Cristo por los sacramentos
comunica los frutos de su Misterio pascual en la celebración de la liturgia
sacramental de la Iglesia.
La perspectiva que los rituales expresan, dentro de un perfil doctrinal, acerca
de la consideración unitaria de los tres sacramentos y su orden tradicional de
bautismo-confirmación-eucaristía es suficientemente explícita, sin embargo una
práctica pastoral, ampliamente extendida entre comunidades de la Iglesia Católica,
en Europa y América, ha invertido el binomio
"confirmación-eucaristía" por el de
"eucaristía-confirmación", y separando cada vez más entre sí la
administración de los tres sacramentos que conforman la iniciación cristiana,
argumentando razones que se validarían por su oportunidad pastoral; pero esta
decisión crea serias dificultades a la globalidad simbólica de la iniciación:
¿cómo hablar de la eucaristía como "cima de la iniciación cristiana",
cuando, en su celebración, precede a la confirmación?, sin duda que la
confirmación es uno de los momentos de esta iniciación pero ¿se la debe ubicar
como culminación de este proceso?
Creemos que la ubicación de la confirmación en el proceso de la iniciación
cristiana, no es un tema menor, ya que nos parece que influye directamente a la
valoración misma del sacramento.
Si bien no desconocemos opiniones contrarias, no obstante nos parece
conveniente insistir que la alteración del orden sacramental afecta a su carga
simbólica.
El calificativo de "dialogal" con el que consideramos a la acción
sacramental de la iniciación cristiana surge por cuanto ésta encierra un
dinamismo por el que la propuesta de Dios espera siempre una nueva respuesta
actualizada por parte del hombre. Este gran sacramento no es un acto cerrado,
clausurado en la celebración de cada rito, sino abierto a sucesivas respuestas,
no siempre en el mismo sentido por parte del hombre. De allí que entendemos la
iniciación cristiana no como un proceso lineal de crecimiento progresivo sino
un proceso transformador en el que la garantía de crecimiento está ofrecida y
anticipada gratuitamente por Dios y la eficacia del mismo está en estrecha
relación con la libre respuesta del hombre. Aunque el hombre a lo largo de este
diálogo salvífico demore su respuesta, responda negativamente o con
indiferencia, la propuesta de Dios estará siempre abierta para él, expectante,
como el "padre misericordioso" de la parábola narrada en el Evangelio
según san Lucas. Podríamos decir que en cada respuesta "histórica"
del hombre se dinamiza la eficacia de la acción sacramental, esperando la
plenitud del eschaton en que nuestra respuesta se identifique con la de Cristo.
Es pues una acción sinérgica con una dinámica dialogal entre Dios y el hombre,
en la Iglesia. Acción
abierta espontáneamente por iniciativa divina, que no se ajusta a los méritos
de aquellos a quienes va dirigida, que los deja libres para acogerla o
rechazarla. Así la Iglesia
en la IC procurará
estimular la respuesta del hombre por los legítimos caminos de la educación
humana y de la persuasión interior. Facilitará los medios para que se haga
posible a todos; a todos se destina la salvación sin discriminación alguna; a
no ser que alguien la rechace o insinceramente finja acogerla. Acción que ha de
respetar los grados de desarrollo sucesivo.
La iniciación cristiana es una acción simbólica dialogal y eclesial. Acción
celebrada por, en y para la
Iglesia (Enviada, Testigo y Comunidad de salvación). La Iglesia está toda ella
comprometida, involucrada en la iniciación de aquellos que movidos por el
Espíritu Santo han querido y quieren participar del misterio salvífico revelado
en Jesucristo. Por eso decimos que la Iglesia como madre solícita engendra, alumbra,
fortalece y nutre a sus hijos con la vida de Dios que le ha sido confiada. Los
acompaña en su crecimiento y como "el buen samaritano" cuando los ve
heridos, olvidados o maltrechos, los cura y cuida con la misma gracia de Dios
con que ella misma es a su vez sostenida.
Si bien es cierto que la acción de la gracia vincula al hombre con Dios, es
cierto también que esta acción esta mediada y sujeta a las condiciones de la
misma encarnación. La Iglesia,
depositaria del mandato evangelizador, recibe históricamente en los apóstoles
-destinatarios originarios- aquel mandato pascual de bautizar. El obispo, en
cuanto sucesor de los apóstoles, es el primer responsable de esta misión en su
diócesis. Nos parece oportuno destacar aquí la cuestión del ministro de la
iniciación cristiana. Consideramos que su incidencia es tal que afecta
notoriamente a la carga simbólica de la celebración sacramental. Por nuestra
parte destacamos y llamamos al obispo "ministro originario" de la
iniciación; originario entendido como primario, sucesor de los que recibieron
primero aquella misión; como aquel que por su ministerio en la Iglesia la celebre
normalmente y, si le resultare imposible, vele porque la completa iniciación
cristiana de quienes lo solicitan no sea negligida. "Su presencia en la
comunidad parroquial que, por la pila bautismal y la Mesa eucarística, es el
ambiente natural y ordinario del camino de la iniciación cristiana, evoca
eficazmente el misterio de Pentecostés y se demuestra sumamente útil para
consolidar los vínculos de comunión eclesial entre el pastor y los
fieles". Teniendo en cuenta que la magnitud de la tarea pastoral y las
dilatadas dimensiones de sus territorios diocesanos conminan a los obispos a
delegar muchas veces la celebración sacramental de la iniciación cristiana y,
asumiendo que los presbíteros, son "necesarios colaboradores y
consejeros" del obispo, estimamos que, sin detrimento de lo sostenido más
arriba, particularmente a los que tienen oficio vinculado a la cura de almas
-los párrocos-, podría considerárselos ministros de la iniciación cristiana con
capacidad ordinaria, pero delegada en virtud del mismo oficio que ejercen, para
administrar los tres sacramentos.
Nos parece oportuno señalar la convicción eclesiológica que articula nuestra
comprensión de la iniciación cristiana. La Iglesia es ella misma un misterio. Y en cada
acción sacramental profundiza y actualiza la conciencia de ese misterio a la
vez que goza de su fruición anticipada en cada celebración. La Iglesia se sabe
administradora de este misterio, se sabe portadora, no dueña, con la
responsabilidad de ofrecer, de llevar a todos los hombres la Buena Noticia de que
están invitados, como ella, a participar de este misterio. De allí que plantear
como dicotomía irreconciliable el binomio evangelización-sacramentalización es
un absurdo. No son más que dos aspectos de un mismo proceso, abiertos el uno al
otro y expectantes de ulteriores desarrollos. La Iglesia es un misterio de
comunión. Comunión que se alcanza por la identificación con Cristo, comunión
que será plena y definitiva "cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el
Padre. […] Cuando él diga: "Todo está sometido", […], el mismo Hijo
se someterá también a aquel que le sometió todas las cosas, a fin de que Dios
sea todo en todos". Mientras tanto aquella comunión está sujeta a nuestra condición
de peregrinos y por eso sometida históricamente a las variables
circunstanciales de las respuestas humanas. Consciente de las debilidades a que
se ve sometida en sus miembros, la
Iglesia, sacramento de aquel misterio de comunión procura
restablecer y afianzar la comunión. La iniciación cristiana es participación
eficaz del misterio de comunión y es invitación permanente para convocar a los
que aún no lo conocen, para afirmar a los que se han iniciado y para atraer a
los que se han alejado.
Teniendo en cuenta que la iniciación cristiana en cuanto sacramento implica en
su celebración una interacción dinámica de dos sujetos, entre los cuales
intervienen una multiplicidad de mediaciones dediquemos una consideración
especial a lo que llamamos las disposiciones del sujeto refiriéndonos de este
modo a quien recibe la gracia como don. No hemos de abordar la ponderación de
quien se resiste interiormente a recibir la gracia o la de quien finge estar
dispuesto a recibirla por cuanto consideramos que no estaría en directa
relación con el tema abordado. Sin embargo desde nuestra responsabilidad como
comunidad catequística deberíamos ponderar la incidencia de aquellas otras
mediaciones para la eficacia sacramental, tales como las condiciones en que se
celebran los sacramentos, o los recursos catequísticos de los que se valen los
agentes pastorales, o la calidad de trato de la comunidad en que los
interesados son recibidos.
La consideración respecto de la "edad" de quien sea invitado a
participar del gran sacramento de la iniciación, no deja de ser un tema
importante por entender que es uno de los temas disparadores de las
alternativas pastorales.
La consideración de los sacramentos como acciones en las que Dios toma la
iniciativa expectante de una respuesta eficaz del hombre, nos exime de volver
aquí sobre la cuestión de administrar o no a los bebés o a las personas sin uso
de razón, los sacramentos de la iniciación ya que no se trata de la entrega
histórica de un rito regalado sino de la celebración de una acción memorial que
se abre paso hacia la eternidad. Por eso mismo nos permitimos llamar la
atención sobre una conducta que está en estrecha relación con la dimensión
eclesial de la iniciación cristiana.
La Iglesia al
preparar y celebrar los sacramentos no entrega cosas de las cuales se
desentiende una vez repartidas, -no arroja perlas a los chanchos-, sino que a
través del acontecimiento sacramental expresa su realidad más profunda: celebra
un misterio por el que quienes intervienen son engendrados o renuevan en sí
mismos por la gratuita iniciativa de Dios una Vida nueva, trascendente, eterna
y se establece entre ellos un vínculo del que la Iglesia misma es
responsable y ha de procurar que ése alcance su mayor eficacia, por el
acompañamiento, por la reconciliación, por el crecimiento.
Temer o poner óbices pastorales para la celebración integral de la iniciación
cristiana, es olvidar que la celebración de este gran sacramento no es el
término o punto final de una relación sino inicio, apertura, disposición para crecer
en la comunión con Dios y con los hermanos. La celebración de los sacramentos
no es entrega de trofeos o reparto de premios a los méritos de quienes los
reciben sino la administración de un don que dispone y capacita para actuar
meritoriamente en el seguimiento de Jesucristo.
"La iniciación cristiana no es otra cosa que la primera participación
sacramental en la muerte y resurrección de Cristo" .
Vuelvo a mencionar tres dimensiones que nos permitirían prolongar nuestra
reflexión sobre la iniciación cristiana (pero que será en otra oportunidad):La
dimensión cristocéntrico-trinitaria: Por la iniciación cristiana los fieles son
sumergidos en el Misterio de Dios, uno y trino, adquiriendo de este modo una
identidad trinitaria; los hombres son introducidos en la intimidad de Dios e
invitados a participar en la relación de Jesús con el Padre en el Espíritu.
Desde esta dimensión podríamos reflexionar acerca de la IC como acción del Dios
Trinitario, como conversión al Dios Trinitario, como inserción en la Vida del Dios Trinitario.
La dimensión eclesiológica: Por la iniciación cristiana los creyentes son
hechos miembros del Cuerpo de Cristo, participan de aquel misterio de comunión
y misión que es la
Iglesia. Desde esta dimensión contemplaríamos cómo por la IC la Iglesia "Madre"
engendra nuevos hijos, los alumbra, los fortalece y los nutre; por la IC somos incorporados al
Misterio de la Iglesia;
por la IC la
Iglesia capacita a sus hijos para la misión.
La dimensión antropológica: Quienes participan y celebran este gran sacramento
son transformados en "una nueva creación". Así pues, podríamos
reflexionar desde una dimensión objetiva cómo la IC transforma la condición humana, la diviniza, y
anticipa su glorificación; y desde una perspectiva subjetiva cómo el hombre,
cada hombre, se apropia o puede apropiarse de esa gracia.
Al cabo de estas reflexiones creemos estar avalados para llamar a la iniciación
cristiana como el gran sacramento ofrecido a los hombres para participar
eficazmente del Misterio Pascual de Cristo, incorporándose en el Misterio de
comunión que es la Iglesia,
Cuerpo de Cristo, y disfrutando de los bienes escatológicos al vivir una vida
nueva en Cristo.
Algunos interrogantes:
• ¿Cuál es nuestro concepto de "sacramento"? ¿De qué modo ilumina
nuestra pastoral sacramental -preparación, celebración, perseverancia?
• ¿Subyace aún la disyuntiva evangelización-sacramentalización? ¿Cómo
superarla?
• ¿Qué pasos dar para que la IC
se perciba y se viva como el "gran sacramento" por el que se ponen
"los fundamentos de toda la vida cristiana"?
• ¿Cómo prepararse y celebrar la IC
(o los sacramentos de la IC)
para que se perciba en ello "la unidad del misterio pascual, la relación
entre la misión del Hijo y la efusión del Espíritu Santo" ?.
• Enseña el Catecismo que "los fieles renacidos en el Bautismo son
fortalecidos con el sacramento de la Confirmación y, finalmente, son alimentados en la Eucaristía con el
manjar de la vida eterna". ¿Cómo hablar de la eucaristía como "cima
de la iniciación cristiana", cuando, en su celebración, precede a la
confirmación?
• Sin duda que la confirmación es uno de los momentos de esta iniciación pero
según la naturaleza de este sacramento ¿se la debe ubicar como culminación de
este proceso de iniciación? ¿Porqué?
3. La
Iniciación Cristiana: Una interacción dinámica
|
Una lectura de la práctica catequística vigente.
La iniciación cristiana, que comienza ya con la celebración del Bautismo de los
niños, normalmente dentro de los primeros meses de su vida, no presenta, en
general, un adecuado acompañamiento de las familias. En los años sucesivos los
niños y los padres podrían encontrar una valiosa ayuda para su crecimiento en
la fe en los distintos niveles de las escuelas católicas, sin embargo no todos
los bautizados participan de ellas.
Entre los 8 y 12 años, los niños son presentados por sus familias para
prepararlos para su "Primera Comunión". Es allí donde encuentran
abundantes propuestas para vivir y madurar la propia fe, lo que si bien puede
ser una riqueza por la variedad de iniciativas no deja de ser una situación más
que favorece una versión consumista de la fe por la cual se elige, cuando se
puede, la que provea de mayores beneficios en el menor tiempo y con el mínimo
compromiso.
En general, no obstante aquella variedad, los niños son recibidos desde los 8
años para transitar un camino de aproximadamente dos años de duración. En el
transcurso de este período, si alguno no hubiere estado bautizado, recibe el
Bautismo, y todos cercanos a la culminación de este tiempo, celebran su Primera
Confesión, después de lo cual hacen su Primera Comunión, en distintas fechas,
según las posibilidades de cada comunidad. La intervención de las familias en
este período, también es variada y cada comunidad presenta un estilo diferente:
desde reuniones semanales con los padres para que reciban la catequesis que
ellos a su vez deben dar a sus hijos, hasta encuentros ocasionales, formativos
e informativos. Se abre a partir de aquí un período, llamado en algunas
ocasiones "de perseverancia" y es confiado a distintos agentes, según
las comunidades; en algunos casos a instituciones o movimientos, en otros a las
comunidades educativas católicas, en otros a grupos creados especialmente para
ello, sin embargo no configura, en general, un adecuado acompañamiento ni de
aquellos que han sido catequizados, ni de sus familias.
A partir de los 14 años son nuevamente recibidos -en general, en número
significativamente menor para prepararse a recibir la Confirmación. La
participación de las familias en este último período de catequesis es ínfima.
Es un honesto ejercicio de quienes somos responsables de la conducción y de la
acción pastoral, el interrogarnos si esta praxis tiene una consecuente
eficacia, es decir, si los niños, adolescentes y adultos que transitan estos
caminos catequísticos o catecumenales que ofrecemos alcanzan el objetivo
deseado: ser iniciados en la fe.
La actual pastoral catequística está caracterizada, por un activismo inquieto y
apasionado, muchas veces orientado a responder a las demandas sacramentales,
provocadas por una mentalidad consumista y una fe de costumbre.
Otra constatación que podemos señalar es que la actual pastoral catequística de
la IC, se
encuentra fragmentada en diversos momentos según el sacramento para el que
preparan, que tales momentos padecen una débil e interrumpida vinculación, que,
muchas veces, no inicia a la vida cristiana y otras tantas ni siquiera inicia a
los sacramentos, en cuanto son escasos, ya los conocimientos asimilados, ya el
fruto que produce en quienes los reciben y celebran .
Es doloroso constatar que la conclusión de la IC coincide con un abandono progresivo y
generalizado de quienes participan; progresivo ya que entre quienes son
bautizados y quienes reciben la
Primera comunión hay decrecimiento, y entre éstos y quienes
son confirmados hay un decrecimiento aún mayor, por lo cual estadísticamente
los bautizados que completan la celebración de los sacramentos de la
iniciación, y quienes participan de un modo perseverante en la vida de la
comunidad eclesial conforman un porcentaje aún menor; y generalizado porque si
bien los valores estadísticos varían de acuerdo a las diócesis, sin embargo
aquel abandono afecta a todos .
Estos aspectos, que muestran una dificultad objetiva en la comunicación de la
fe, pueden estar relacionados a algunas otras causas, más inmediatas, respecto
a aquella fundamental de la crisis de la civilización.
La primera, es la dificultad de entrar en la comprensión teológica-pastoral de la IC que no coincide con el
trabajo de sacramentalización hasta ahora desarrollado.
La segunda es la dificultad de identificar en una concreta corresponsabilidad a
los sujetos que tienen a su cargo la
IC (la
Parroquia que convoca, los padres, los educadores, los
grupos, las asociaciones).
La tercera causa está en el hecho de que la persona del catequista a menudo es
elegida o aceptada más por necesidad de cubrir vacíos en el sector
educativo-catequístico que por una vocación misionera; la misma formación de
los catequistas a menudo es poco orgánica e inadecuada para responder a la
articulación con los diversos itinerarios.
En cuarto lugar podemos señalar el escaso conocimiento y aplicación de los
Documentos de la Iglesia
relativos a la renovación de la
IC.
Por último una escasa experiencia visible de una comunidad
cristiana comprometida en la IC,
como también muchas veces la falta de una figura concreta de referencia que
encarne el ejemplo de una fe madura.
4. La
Iniciación Cristiana: Una interacción dinámica
|
4.a. Todos somos responsables.
Como hemos dicho más arriba la IC
"en cuanto sacramento implica en su celebración una interacción dinámica
de dos sujetos, entre los cuales intervienen una multiplicidad de
mediaciones" y entre aquellas mediaciones destacamos la importancia del
ministro principal que administra tal sacramento. Existen, sin embargo, otras
acciones, que han de procurar una mejor disposición del sujeto para una mayor
fruición de la gracia que se comunica, en las cuales todos los miembros de la Iglesia debemos sentirnos
responsables.
"En la Diócesis
la catequesis es un servicio único, realizado de modo conjunto por presbíteros,
diáconos, religiosos y laicos, en comunión con el obispo. Toda la comunidad
cristiana debe sentirse responsable de este servicio. Aunque los sacerdotes,
religiosos y laicos realizan en común la catequesis, lo hacen de manera
diferenciada, cada uno según su particular condición en la Iglesia" . [Y si
bien] toda la comunidad cristiana es responsable de la catequesis, y aunque
todos sus miembros han de dar testimonio de la fe, no todos reciben la misión
de ser catequistas.
"La catequesis es una responsabilidad de toda la comunidad cristiana. La
iniciación cristiana, en efecto, "no deben procurarla solamente los
catequistas o los sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles" . La
misma educación permanente de la fe es un asunto que atañe a toda la comunidad.
La catequesis es, por tanto, una acción educativa realizada a partir de la
responsabilidad peculiar de cada miembro de la comunidad, en un contexto o clima
comunitario rico en relaciones, para que los catecúmenos y catequizandos se
incorporen activamente a la vida de dicha comunidad. […] De hecho, la comunidad
cristiana sigue el desarrollo de los procesos catequéticos, ya sea con niños,
con jóvenes o con adultos, como un hecho que le concierne y compromete
directamente" . "La catequesis debe apoyarse en el testimonio de la
comunidad eclesial"
Es el obispo, "responsable de la iniciación cristiana" quien ha
"de procurar que en [su diócesis existan las estructuras y agentes de
pastoral necesarios para asegurar de la manera más digna y eficaz la
observancia de las disposiciones y disciplina litúrgica, catequética y pastoral
de la iniciación cristiana, adaptada a las necesidades de nuestros
tiempos".
Por su propia naturaleza de inserción progresiva en el misterio de Cristo y de la Iglesia, misterio que vive
y actúa en cada Iglesia particular, "el itinerario de la iniciación
cristiana requiere la presencia y el ministerio del Obispo diocesano,
especialmente en su fase final, es decir, en la administración de los
sacramentos del Bautismo, de la
Confirmación y de la Eucaristía, como tiene lugar normalmente en la Vigilia pascual" .
A los presbíteros, como cooperadores del orden episcopal, les corresponde,
particularmente a los párrocos, cuidar la orientación de fondo de la catequesis
y su adecuada programación, contando con la participación activa de los propios
catequistas, y tratando de que esté "bien estructurada y bien
orientada", garantizando la estrecha vinculación de la catequesis con los
planes pastorales diocesanos y animando a las personas debidamente preparadas y
oficialmente encargadas diáconos, padres, consagrados, catequistas, padrinos,
educadores, instituciones, grupos etc. a ser cooperadores activos del proyecto
diocesano .
Los diáconos, en comunión con el Obispo y el Presbiterio, colaboran en la IC , como lo atestigua la
historia , preparando a aquellos que les son encomendados, particularmente los
adultos, de forma que les ayuden a conocer a Cristo, a reforzar su fe con la
recepción de los sacramentos y a expresarla en su vida personal, familiar,
profesional y social.
Los padres de familia, primeros educadores de la fe de sus hijos , testifican y
transmiten a la vez los valores humanos y religiosos. Esta acción educativa, a
un tiempo humana y religiosa, es un "verdadero ministerio" por medio
del cual se transmite e irradia el Evangelio hasta el punto de que la misma
vida de familia se hace itinerario de fe y, en cierto modo, iniciación cristiana
y escuela de los seguidores de Cristo . En efecto, "la catequesis familiar
precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis" .
Las personas de vida consagrada participan activamente en la IC, sobre todo teniendo en
cuenta que "muchas familias religiosas, masculinas y femeninas, nacieron
para la educación cristiana de los niños y de los jóvenes, particularmente los
más abandonados" . Se espera, pues, "que las comunidades religiosas
dediquen el máximo de sus capacidades y de sus posibilidades a la obra específica
de la catequesis" ,
Los catequistas son llamados interiormente por Dios o invitados por la misma
comunidad eclesial para ejercer este ministerio de acompañar a los catecúmenos
que les son encomendados; ministerio que asumirá diversos grados de dedicación,
según las características de cada uno .
4.b. La comunidad cristiana ámbito de la Iniciación Cristiana.
La iniciación cristiana se realiza en la Iglesia, por la Iglesia y para la Iglesia; nunca es un acto
privado entre Cristo y el catecúmeno: la iniciación cristiana, concierne a la
comunidad antes que al individuo ; es siempre acontecimiento eclesial.
La celebración de la iniciación cristiana es una auténtica epifanía de la Iglesia. Por eso no
es aventurado afirmar que las distintas formas de celebrar este "gran
sacramento" pueden revelar distintos modelos de Iglesia.
La comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis. La
catequesis siempre es la misma. Pero ciertos "lugares" de
catequización la colorean, cada uno con caracteres originales. Es importante
saber cuál es la función de cada uno de ellos en orden a la IC.
La familia cristiana "Iglesia doméstica" , "es
un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se
irradia" ; es pues el ámbito o medio privilegiado de iniciación y
crecimiento en la fe .
La familia como "lugar de iniciación" tiene un carácter único:
transmite el Evangelio enraizándolo en el contexto de profundos valores humanos
. Sobre esta base humana es más honda la iniciación en la vida cristiana: el
despertar al sentido de Dios, los primeros pasos en la oración, la educación de
la conciencia moral y la formación en el sentido cristiano del amor humano,
concebido como reflejo del amor de Dios Creador y Padre. Se trata, en suma, de
una educación cristiana más testimonial que de la instrucción, más ocasional
que sistemática, más permanente y cotidiana que estructurada en períodos.
"La parroquia es un lugar privilegiado en que los fieles pueden tener una
experiencia concreta de la
Iglesia. […] La parroquia debe renovarse continuamente,
partiendo del principio fundamental de que "la parroquia tiene que seguir
siendo primariamente comunidad eucarística". Este principio implica que
las parroquias están llamadas a ser receptivas y solidarias, lugar de la iniciación
cristiana, de la educación y la celebración de la fe…" .
La parroquia es, sin duda, el lugar más significativo en que se forma y
manifiesta la comunidad cristiana. Ella está llamada a ser una casa de familia,
fraternal y acogedora, donde los cristianos se hacen conscientes de ser Pueblo
de Dios . La parroquia, en efecto, congrega en la unidad todas las diversidades
humanas que en ella se encuentran y las inserta en la universalidad de la Iglesia . Ella es, por
otra parte, el ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe. Constituye,
por ello, un espacio comunitario muy adecuado para que el ministerio de la Palabra ejercido en ella
sea, al mismo tiempo, enseñanza, educación y experiencia vital.
La escuela católica es un lugar muy relevante para la formación humana y
cristiana . Ya la declaración Gravissimum Educationis del Concilio Vaticano II
"marca un cambio decisivo en la historia de la escuela católica: el paso
de la escuela-institución al de la escuela-comunidad" .
Su nota distintiva es la de "crear un ambiente de la comunidad escolar
animado por el espíritu evangélico de libertad y caridad, ayudar a los [niños
y] adolescentes para que, en el desarrollo de la propia persona, crezcan a un
tiempo según la nueva criatura que han sido hechos por el bautismo, y ordenar
últimamente toda la cultura humana según el mensaje de la salvación" .
Participando en las diversas "asociaciones, movimientos y agrupaciones de
fieles" reconocidas en cada Iglesia particular, numerosos hermanos
realizan su misión laical en el mundo y en la misma Iglesia dedicándose "a
la práctica de la vida espiritual, al apostolado, a la caridad y a la
asistencia, y a la presencia cristiana en las realidades temporales".
Están, pues, también involucradas en la
IC aquellas asociaciones, movimientos o grupos de fieles , en
que se atienden aspectos catequéticos en sus objetivos formativos, aunque no
sean propiamente ámbitos de catequización.
5. Necesidad de repensar la praxis de iniciación cristiana
|
Es natural que, frente a los resultados cada
vez más escasos, no obstante el precioso empeño puesto en todos los niveles, se
eleve, por parte de los diversos agentes pastorales de la comunidad cristiana,
un grito que exprese semejante perplejidad: ¿qué debemos hacer?
Es el interrogante que nace del vivir esta común desazón, por no lograr que se
convierta en significativo y duradero el acercamiento a la vida de fe. Un
interrogante que podríamos resumir así: ¿cómo ayudar, a quienes hoy se acercan
a la fe, a ser cristianos?
Todos estos elementos muestran la necesidad de repensar la IC particularmente de niños y
adolescentes.
Una praxis que responda a una doble fidelidad: por un lado que respete y asuma
los datos de la situación histórica actual y por el otro que atienda y responda
a las propuestas de la
Revelación cristiana.
La fidelidad a los datos de la historia no se agota con la exigencia de adaptar
el lenguaje y el testimonio cristiano a la particular situación de los oyentes
, sino que exige asumir la historia misma de los hombres, por positiva o
negativa que sea, como posible "signo de los tiempos" , es decir,
como lugar a través del cual el Espíritu habla en el hoy de su Iglesia y guía
su accionar en forma adaptada a los tiempos.
Se trata, entonces, de recibir las transformaciones no con sentido de
resignación o de pesimismo, sino, como eventuales desafíos u oportunidades que
Dios nos confía en la certeza de que Él no abandona jamás a su pueblo y también
hoy lo conduce a nuevos e inesperados espacios de vida.
Un primer gesto de fidelidad a la historia es el de tener en cuenta la
denunciada crisis de la civilización, reconocerla y asumirla efectivamente como
un desafío que exige emprender una nueva pastoral que responda a tal situación,
sin inútiles nostalgias .
La tradicional praxis vigente en torno a los sacramentos de la IC refleja por demás una
situación social en la cual la cultura y las mismas instituciones civiles
sostenían la fe y las costumbres cristianas.
Pero hoy "ya no es posible hacerse ilusiones, se hicieron demasiado
evidentes los signos de la descristianización, y de la pérdida de los valores
humanos y morales fundamentales. En realidad tales valores, que si bien brotan
de la ley moral escrita en el corazón de cada hombre, muy difícilmente se
mantienen en la vida cotidiana, en la cultura y en la sociedad, cuando decae o
se debilita la raíz de la fe en Dios y en Jesucristo" .
En este nuevo cuadro socio-religioso no es raro encontrar a cristianos que, si
bien se profesan tales, no poseen más una fe cristiana auténtica, que incida en
la vida y en sus decisiones morales, y, si hacen alguna referencia a la Iglesia, es en vistas a
conseguir servicios religiosos.
"El secularismo afecta directamente a la fe y a la religión. Desconoce la
importancia que éstas tienen para la existencia cotidiana de los hombres y para
su realización eterna. Al prescindir de Dios, se despoja al hombre de su
referente último y los valores pierden su carácter de tales, convirtiéndose en
ídolos que terminan degradándolo y esclavizándolo. Las secuelas de esta actitud
suelen manifestarse en diversas formas de corrupción, que afectan a las
personas y dañan el conjunto del tejido social" "El secularismo
actual concibe la vida humana, personal y social, al margen de Dios y se
constata incluso una creciente indiferencia religiosa" .
Tal secularismo involucra a las familias y aún a aquellos que son bastante
fieles a los encuentros dominicales, lo que nos permite insistir en no dar por
descontada la presencia de la fe cristiana en quienes se acercan para iniciarse
en la fe -sean niños, adolescentes, jóvenes o adultos-.
Encuestas recientes que investigan la fe de los católicos, muestran la urgencia
de una formación catequística más amplia y profunda y la necesidad de no
suponer, ni en la predicación ni en los textos de catequesis, verdades
esenciales, tales como la divinidad de Jesucristo, la existencia de la vida
eterna, la realidad del mal y de la culpa. En este campo, apremia una valiente
renovación de la formación catequética de los catequistas, una presencia más
vigorosa de los sacerdotes en esta tarea y lograr procesos orgánicos más
acordes con la maduración de la fe de las personas y de las comunidades.
Ante tal situación, la pastoral catequística deberá dar la primacía al anuncio
del kerigma en vista a engendrar o regenerar la fe; una fe que involucre los
aspectos públicos y privados de la existencia humana, que consolide el sentido
de pertenencia eclesial y que haga que la comunidad cristiana no sea una simple
agencia de servicios religiosos, sino, lugar de vida, de identidad y de
experiencia concreta de la salvación obrada por Cristo.
Los contextos de vida en los cuales viven quienes acuden a la Iglesia para iniciarse en
la fe son multiformes y esto nos obliga a saber recibirlos respetando a cada
uno tal como es.
Al mismo tiempo es indispensable observar y reconocer que tales circunstancias
son diversas, fluidas y mutantes; a tal punto que el mismo sujeto puede pasar
fácilmente de un ambiente donde se vive cristianamente a otro totalmente opuesto.
Será importante comprender que la
IC ha de estar en función de las personas y no viceversa. En
consecuencia tiene que ser superada la praxis de proponer a los posibles
catecúmenos -sean niños, adolescentes, jóvenes o adultos- un único camino
basado en el ritmo y esquema del ámbito escolar.
El discernir las "disposiciones religiosas" conque acuden los
posibles catecúmenos debe ser tomado con la seriedad necesaria a fin de
configurar con mayor claridad el itinerario más conveniente de la IC para cada catecúmeno o grupo
de catecúmenos.
Se hace pues, urgente, discernir serenamente y asumir con coraje una pastoral
de la iniciación cristiana que exprese nuestra firme decisión de navegar mar
adentro para echar las redes atentos a los consejos del Señor .
Será inevitable la fatiga y múltiples las dificultades a la hora de debatir el
diseño y las opciones que exija esta pastoral, pero creemos que es la ocasión
para renovar nuestra fidelidad al Señor y dar un nuevo vigor a nuestras
comunidades cristianas.
Algunos interrogantes:
• ¿Cómo vincular eficazmente: la gracia que se administra (consideración de la
iniciación cristiana como "gran sacramento"); las disposiciones del
sujeto que la recibe (edades, "casos"; historias); las circunstancias
que influyen (ministro que celebra, catequista que acompaña, comunidad que
rodea -familia, escuela, grupos "parroquiales"-)…?
• ¿De qué modo afecta a nuestra pastoral catequística aquella tensión entre lo
objetivo del don y la subjetividad de su recepción…?
• ¿Es conveniente para nosotros un "Proyecto diocesano de catequesis
articulado y coherente"? ¿Es posible su diseño e implementación?
• Expectativas (nuestras y de los iniciados) y posibilidades reales de
perseverancia (las que tenemos, las que querríamos tener, las que podemos
ofrecer)…
SIGLAS Y
ABREVIATURAS.
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