"¿Cómo explicar el atractivo casi irresistible emanado de Santa Catalina? Una sola respuesta satisface en verdad: sobre su cara enjuta y diáfana era bien visible el reflejo de la gracia.
La renuncia, el desapego de las cosas caducas, la íntima unión con Dios alcanzada en la oración, el sacrificio serenamente aceptado, daban a sus palabras una resonancia misteriosa, poniendo a las almas en contacto con lo invisible y con lo divino. Ella, que conservaba de terrestre tan sólo el frágil cuerpo martirizado por las continuas mortificaciones, nutrido durante largos períodos con el sólo alimento eucarístico, mantenido en pie por un esfuerzo constante de su voluntad, traspasado por las cinco heridas de Cristo crucificado, cuando hablaba o escribía, transportaba irresistiblemente a las almas al plano sobrenatural, obligándoles, cas, a abrir las miradas sobre los ilimitados horizontes de la eternidad y comunicándoles aquel fuego interior que la devoraba: "el fuego de la dulce caridad".
La desenvuelta franqueza con que aconsejaba, amonestaba, ordenaba y reprochaba enérgicamente a personas que ocupaban cargos elevadísimos, sólo raramente suscitaba reacciones ásperas de orgullo humillado. En la mayor parte de los casos su voz era escuchada -si bien no siempre seguida- como la voz de Dios. Se le reconocía el derecho de hablar en nombre de Dios porque se la sabía en contacto íntimo con Él. En su alma, las pasiones humanas, las miras terrenas y los intereses egoístas enmudecían; sólo tenían resonancia e importancia los intereses eternos.Con el conferimiento del título de "Doctor" se reconocen oficialmente la autoridad y la perennidad, en la Iglesia de Dios, del magisterio de Santa Catalina"
(Santa Catalina de Siena, editado por la Secretaría de Prensa y Publicaciones de la Provincia Dominicana Argentina)
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