"Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia "un pueblo de sacerdotes para su Dios y Padre" (Ap 1,6; cf. Ap 5,9-10; 1 Pe 2,9). Toda la comunidad de los creyentes, el conjunto de los bautizados, es sacerdotal.
Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los seguidores de Jesús son "consagrados para ser (...) un sacerdocio santo" (LG 10).
Los laicos también ejercen su sacerdocio al santificarse en todo lo que hacen y al ayudar a otros cristianos a ser santos. Nos dice la Iglesia que todos los laicos tienen la misión de consagrar el mundo, al participar del sacerdocio de Jesús (LG 34).
Lo esencial a todo sacerdocio, que depende de Cristo, es el compartir la vida, el amor, y la libertad, a través de compromisos a favor de la humanización.
El sacerdocio, que reciben los laicos en el Bautismo, y el sacerdocio ministerial, que reciben algunos, son distintos pero inseparables. El de los fieles es previo y más importante: es un sacerdocio que los hace partícipes del único sacerdocio mesiánico de Cristo. Tan importante es el sacerdocio de los fieles que el sacerdocio ministerial está a su servicio.
Por lo tanto, , esas moniciones litúrgicas, al iniciar una celebración, que dicen: "Pongámonos de pie para recibir al celebrante" son un absurdo, pues es la asamblea entera con el ministro, presididos por el Señor Jesús, son quienes celebran la liturgia."
Julián Riquelme o.p., en "Laicos y religiosos anuncian el Reinos de Dios" Revista Testimonio 2017
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