Homilía de monseñor Marcelo Daniel Colombo,
obispo de La Rioja en el 39° aniversario de la muerte de Mons. Enrique Angelelli (Iglesia Catedral, 4 de agosto de 2015)
Lecturas: Ez. 3, 16-21 SR 116, 1-2 Mt 9,35-10,1
Mis queridos hermanos:
Nos encontramos en esta Iglesia Catedral y Santuario de San Nicolás para evocar a Mons. Angelelli, tercer obispo de La Rioja, pastor de tierra adentro y profeta, atento a los signos de los tiempos. Nos reúne no sólo su recuerdo y la necesidad de ofrecerle como diócesis un justo homenaje, sino fundamentalmente, el deseo de celebrar su vida, testimonio de la caridad pastoral de Jesucristo.
En la primera lectura, el Señor invita al profeta Ezequiel a considerar la misión que le ha asignado de ser vigía y custodio. Vigía atento deberá avisar oportunamente el peligro inminente para cuidar la vida de su pueblo. En algunas ocasiones, convocará a la conversión, al cambio de conducta; en otras, prevendrá al justo, para que mantenga el camino escogido sin vacilar ni traicionarse. Por todo esto, el profeta no puede distraerse ni mirar para otro lado. Su misión le pedirá estar en el lugar justo, a la hora señalada. Aunque incomode, aunque lo quieran condicionar o acallar. No podrá dejar de estar atento, de avisar, de insistir, de persuadir hasta ser escuchado.
El evangelio de Mateo nos presenta el ministerio pastoral de Jesús. En él, el anuncio del Reino y el cuidado de la vida de su pueblo constituyen un todo inseparable. Percibe el cansancio y abatimiento de su gente. Al compadecerse, advierte el origen del abandono en que están: la falta de cuidado de quienes tienen que conducirlo. Jesús invita a la oración confiada. Trabajo no falta. Las necesidades de cuidado integral del pueblo siempre estarán. Por eso, enseñar a pedir para que nuevos trabajadores de la mies vengan a sumar sus energías de vida al proyecto del dueño de la mies.
En este día que hacemos memoria agradecida de la vida y el ministerio de Mons. Enrique Angelelli, queremos evocar su condición de vigía atento de los signos de los tiempos, siempre dispuesto a recibir las señales de Dios, presentes en su Palabra y en la voz de su pueblo.
Pastor sencillo y cercano, encarnó la preocupación de la Iglesia por llegar a todos los rincones y situaciones vitales de su diócesis con la buena noticia del Reino de Dios. Traía la frescura del Evangelio de Jesucristo y la renovación suscitada por el Concilio Vaticano II que impulsaba a la Iglesia en su servicio a los hombres y a los pueblos.
Sensible al acompañamiento de los pobres, de los jóvenes, de los obreros, de las familias, afrontó en su misión el anuncio integral del Evangelio, el cuidado sacerdotal de su pueblo y de su religiosidad, la solidaridad que dignifica a sus destinatarios y respeta su importante lugar de protagonistas.
Enrique Angelelli no estaba solo en esto. Los abundantes testimonios de que disponemos nos hablan de una Iglesia riojana que acompañaba a su obispo con un presbiterio estrechamente unido a él. Los nombres de sacerdotes diocesanos y religiosos, de La Rioja y venidos como misioneros, me son familiares a través del relato de nuestra gente que los nombra con amor filial. Religiosas entregadas desde la rica diversidad de sus carismas y laicos inquietos y animados por la búsqueda de un mundo más justo y más fraterno, integraban este horizonte eclesial de testigos valientes y generosos. A esta Iglesia así conformada, se la quiso tronchar con detenciones, amedrentamientos, denuncias y difamaciones periodísticas, hasta llegar a la muerte de Carlos, Gabriel, Wenceslao y Enrique, en esa espiral trágica que el mismo obispo había anticipado en los días precedentes a su asesinato.
En nuestro deseo de homenajear sin nostalgias al buen pastor que Dios nos dio en Enrique Angelelli, siempre será importante rescatar la vigencia de sus enseñanzas y traerlas al más acá de nuestra historia cotidiana para que nos ayude a discernir los signos de los tiempos que hoy se nos presentan. No nos dispensan de dar nuestra propia respuesta evangelizadora. Ni de ser vigías de nuestro tiempo, para indicar caminos. Llamados a celebrar la vida nueva que nos viene de Dios queremos compartirla y presentarla a las próximas generaciones, seguir construyendo desde la solidaridad, el diálogo, la confianza que construye involucrando a todos los bautizados en una Iglesia misterio de comunión y misión.
Con ese espíritu quiero compartirles un texto de extraordinaria vigencia que Mons. Angelelli escribió en vísperas de elecciones y que contó con la adhesión del presbiterio. Tenía delante de él como nosotros hoy, la importante oportunidad que nos da la democracia, de participar con conciencia y responsabilidad. La cátedra vibrante de Mons. Angelelli sigue hablándonos con vigor y claridad:
(…) nuestra responsabilidad de votar no se acaba en las urnas ni en haber conseguido que “mi candidato” y “mi partido” salga triunfante. Hecha la opción por un determinado partido y por determinados candidatos comienza la gran responsabilidad de asumir una actitud crítica constructiva pero clara, y muchas veces “valiente”, cuando quienes asumen la grave y difícil responsabilidad de gobernar, dejan de ser servidores del crecimiento integral del pueblo y usan el poder para conseguir intereses personales o de grupos privilegiados. El voto da la capacidad, el derecho y la obligación de ser VIGÍAS Y CUSTODIOS, para que el gran protagonista, que es el pueblo, no sea "marginado”. VOTAR, por tanto, exige asumir una gran responsabilidad ante la propia conciencia, ante la comunidad y ante la historia. (…)
Actuando con criterio de Iglesia se reconocerá que es imposible admitir o alabar pura y simplemente, sin restricción alguna, cualquier opción política. Esto no quiere decir que no merezca nuestro respeto. Es también claro que en la Biblia, que es la Palabra de Dios, se manifiesta un cierto número de “exigencias éticas” que se dibujan en forma completamente clara: “el respeto por los pobres”, “la defensa de los débiles”, “la desconfianza por la riqueza”, “la condena del dominio ejercido por el dinero”, “el derrumbamiento de los poderes totalitarios”. La fuerza movilizadora del Evangelio contra estas situaciones de desafío y de abuso, puede, ciertamente, expresarse a través de opciones políticas diferentes, pero ningún cristiano tiene derecho, so pena de traicionar la Fe, de sostener opciones que aceptan, crean o consolidan lo que la Revelación, el Evangelio, al igual que la conciencia humana, reprueban.
Puede ayudar lo siguiente:
1) Conocer los antecedentes históricos y los proyectos políticos que han tenido los partidos y quienes son los candidatos;
2) Qué fidelidad han demostrado o demuestran tener de las auténticas aspiraciones del pueblo y de sus valores para que sea protagonista y no simple votante;
3) Si existe una fundamental garantía para gobernar desde el Pueblo;
4) Si el contenido de las plataformas políticas, que son proyectos políticos, asumen y tienen la visión cristiana del hombre y de los bienes, respetan el alma de nuestro pueblo y desde allí asumen un sano y verdadero pluralismo;
5) Si es partido de futuro, abierto a los “signos de los tiempos”, y asume las consecuencias irreversibles del cambio profundo, universal y acelerado de la sociedad actual;
6) Si es capaz de convertir en proyecto político las aspiraciones e intuiciones de la juventud y las lecciones del silencio de los pobres con las experiencias positivas y negativas, los valores y fracasos de los sistemas actuales
7) Si es capaz de elaborar proyectos de gobierno con equipos de hombres capaces, honestos y con visión de futuro asumiendo la realidad concreta en que vivimos;
8) Si existe la capacidad para ir más allá, del partido y conjugar todas las fuerzas, los valores humanos y los esfuerzos realizados de la comunidad en donde se tenga que gobernar.
(Mons. Enrique Angelelli, Homilía del 25 de febrero de 1973)
Que esta celebración lejos de anclarnos al pasado nos ayude aquellas pistas que la vida y el ministerio de Mons. Angelelli nos han aportado para tener nuevos bríos y vivir con alegría y convicción nuestra condición de ciudadanos del Reino y constructores de la sociedad como testigos del Señor en este tiempo de “cambios profundos, universales y acelerados”.
Nuestro Niño Alcalde y buen Pastor, compasivo y fiel, siga alentando nuestro Tinkunaco vital: con Él, con todos nuestros hermanos, con nuestra historia y con la realidad a la que queremos amar para servir de la mano de María, nuestra Madre del Valle.
San Nicolás, ¡ruega por nosotros!
La Rioja, 4 de agosto de 2015.
Mons. Marcelo Daniel Colombo, obispo de La Rioja
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