jueves, 28 de mayo de 2015

Hna Isabel Moisés

Por Hna Elvira Gómez APSM
"Ya el apellido sugiere su procedencia: del Líbano, del cula heredó -por sus antepasados- ese dejo nostalgioso, esa parsimonia que exasperaba a algunas Hnas. y una tendencia al pesimismo que le hacía ver oscuro lo que vislumbrábamos claramente.
Es verdad que cuando yo entré en la Congregación y la conocí -ella era la Vicaria de la Casa- estaba tratando de equilibrar situaciones conflictivas, misteriosas, que acentuaban, tal vez, esa herencia temperamental. Pero, entonces, recibíamos del Padre Carboni esta afirmación: es una mujer de fe.
En la casa en donde la obediencia la ponía, naturalmente, se la asimilaba a la "abuela": paciente, comprensiva, dispuesta a escuchar siempre, fiel hasta el heroísmo.
Su físico también la acompañaba, con un cabello grisáceo, después blanco, esos ojos grandes, piadosos, que estimulan al otro a volcar sus pesares y, en fin, ese andar pausado siempre como quien tiene tiempo para lo que venga... total, vivimos para el más allá!
Así, con estas disposiciones cuidó esmeradamente a la Hna. Ada cuando postrada por el cáncer, no acertábamos las de la casa a darle alivio.
Ella celosamente, permanecía a su lado para lo que hubiera menester. Y, a este respecto, recuerdo lo que el Padre Carboni dijo en el Sanatorio en una de las sucesivas operaciones: "una enfermera como ésa, no es para mí", respondiendo a las Hnas que le comentaban la abnegación de Isabel. Por supuesto, no como un reproche sino para manifestar los distintos temperamentos.
Y, con los que no pertenecían a la comunidad religiosa, guardaba una amistad indeleble: Fefe, su amiga predilecta y Pehuajó, el predio de su juventud, se acrecentaron en su corazón con el alejamiento y desbordaron en anécdotas, recuerdos, situaciones que, muchas veces, nos dieron motivo para chistes en los ratos de expansión.
Su hermana y su hermano -quien no vivió según los cánones que ellas hubieran deseado- tuvieron un lugar predilecto en su corazón, porque en ella, cuando se daba no había medias tintas.
En Vera, provincia de Santa Fe, estuvo muchos años y allí descubrimos -no puedo decir si en el grado del arte- su habilidad en cerámica para hacer toda clase de pequeñas cosas de uso doméstico.
La finalidad era congregar a las Familias del Barrio en el que trabajaba apostólicamente, pero con el correr de los años, ese pequeño "emporio de la loza" pudo haber traído problemas a la vida de la comunidad: la visión de los superiores lo evitó con un cambio oportuno que le provocó un dolor muy redentor. Su fe se acrecentaba, purificándose.
Y, en la Casa de Gerli, sigue siendo la abuela que consuela y comprende a los que de adentro y a los de afuera en sus visitas a las familias del barrio.
En estos últimos años, vuelta a su querida Vera lucha con esa fe que le conocemos y la aceptación profunda, contra ese mal que no está sólo latente, pero le da fortaleza para asumirlo y no dar preocupación a sus queridas Hnas.
Accidentalmente descubrimos que se llama también Ventura, por su abuela materna y que por circunstancias familiares debía viajar al Líbano, pero no lo hizo. Tal vez hubiera reconocido y agradecido lo que plasmó su personalidad con fuerte acento.
Hoy, desafiando la llovizna, vino a visitarnos. Conversamos mucho de otros tiempos y de ahora. Se entusiasmaba cuando hablaba del Barrio y añoraba el no estar tan pronto allí para ayudar a sobrellevar problemas tan graves como la falta de trabajo y la pobreza extrema. Por lo menos, dijo, hablamos, rezamos juntos y compartimos el dolor.
Realmente me emocionó: a los 85 años, con esa fuerza en su debilidad física, porque esperaba la tomografía computada para explorar si el mal seguía, deseaba mostrar también a ellos, la esperanza del Reino.

Su pascua fue el 28 de Mayo de 2005

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