jueves, 8 de diciembre de 2016

INMACULADA: la Mujer enemistada con los poderes del mal

           "El lenguaje de los dogmas marianos y en particular el de la Inmaculada Concepción, se ha expresado demasiadas veces en términos de "segregación y exclusión", de tal manera que si a cualquier cristiano consciente le preguntan en qué le afecta la Pascua de Jesús, seguramente contestará que en ella está el fundamento de su Fe. Pero ya es más dudosa su respuesta si la pregunta fuera esta: "¿Y en qué queda afectada tu fe cuando proclamas que María es inmaculada en su concepción?" Tenemos tan introyectados los modelos "mundanos" de rendir homenaje a alguien y de mirar y tratar de determinada manera a los que consideramos importantes, que, sin darnos cuenta, hacemos lo mismo con María. Y eso tiene como consecuencia que, para honrarla, le aplicamos un criterio de segregación y, lo mismo que los ilustres e importantes del mundo se separan de la gente corriente para poner de relieve su categoría superior, nosotros separamos a María y la situamos lejos y en alto. Pero al hacerlo, se nos distancia y se nos pierde en la lejanía de sus pedestales, mantos y aureolas, mientras, desde abajo, nosotros la alabamos, entonamos himnos en su honor, la coronamos con joyas y le llevamos flores y velas.


           Y si acentuamos tanto sus privilegios, excepciones y atributos, es porque, en el fondo nos resulta más cómoda esta constatación de distancia que nos permite seguir viviendo como vivimos, sin cuestionarnos en qué afecta a nuestra vida de todos los días el que María sea llena de gracia. Para salir de ese impasse tendríamos que aplicar , en vez de ese criterio de segregación y exclusión, el que funciona siempre en el proyecto de Dios sobre nosotros y que es el de asociación e inclusión. Si el Padre envió a su Hijo, no fue sólo para provocar esta admiración, nuestra adoración y nuestra alabanza, sino para asociarnos a él, para hacernos participar de su vida, para sentarnos a la mesa de su Reino e incorporarnos a su muerte y Resurrección.
           En los dos primeros capítulo de su evangelio, Lucas reserva para el anciano Zacarías la solemnidad del culto, el hieratismo del templo, la ofrenda sagrada del incienso, la singularidad de la condición sacerdotal y el prestigio de Jerusalén, mientras que presenta a la joven María en una aldea desconocida y dentro de su casa, inmersa en el tiempo profano que rodea la vida cotidiana de las mujeres. Y afirma sorprendentemente que la "llena de gracia" es ella y no Zacarías e Isabel, a pesar de ser ambos "justos según la Ley". La describe después caminando hacia la serranía de Judea para servir a su prima Isabel y es ahí, en otra casa, y no en ningún lugar sagrado ni en horario cultual, donde se derrama el primer aroma del perfume que llevaba dentro. Para Lucas, la reacción de María después del anuncio del ángel no fue la de quedarse absorta y ensimismada en la sublimidad de su nueva condición, sino la de marchar aprisa a "exhalar perfumes": el de la sencillez de su saludo y de su comunicación cercana, el de su servicio a otra mujer en una situación parecida a la suya, el de su alegría radiante cantada en el Magnificat. 
           Cuando la Iglesia nos presenta la Inmaculada Concepción de María nos invita a mirarla no sólo como a alguien sublime,celestial y maravilloso, sino, sobre todo, como a aquella que nos revela nuestra propia identidad cristiana. Que María sea la "llena de gracia" afecta a nuestra vida recordándonos que también nosotros le hemos caído en gracia a Dios y que sobre nosotros, como sobre Ella, descansan la complacencia y la ternura del Padre, no porque nos lo merezcamos, sino gracias a Jesús, a quien estamos pegados, asociados e incorporados.
             Lo de "pondré enemistades entre ti y la mujer" significa el reconocimiento de que ha existido una criatura "enemistada" con los poderes del mal, y también que María nos llama hoy a formar parte, del grupo de los enemistados con todo aquello que nos esclaviza a nosotros mismos y a los hombres y mujeres de nuestro mundo. El que María sea Inmaculada nos anima a convertirnos en gente "enemistada" con la injusticia, con la violencia y con todos los dinamismos de exclusión".

D. ALEIXANDRE rscj, Hacerse discípulos una atracción del Padre, Ed Claretiana, 2007, pp 112-115

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