REFLEXIÓN DOMINGO XXX DURANTE EL AÑO
Mateo 22,34-40
Una nueva trampa tendida para Jesús. Y Jesús no rehúye. Responde no sólo lo que preguntan, sino que, como en el pasaje del domingo anterior, explica, desentraña y desafía.
Amar a Dios “con todo el corazón, con toda el alma y con todo el ser” es el principal y primer mandamiento. Pero el segundo, dice Jesús, “es semejante” al primero, es decir, Jesús pone a ambos mandamientos en el mismo nivel.
Tres amores: a Dios, al prójimo y a uno mismo.
Y es que en el ser humano (uno mismo y el prójimo) está esculpida, impresa, la misma imagen de Dios. Como decíamos el domingo pasado: “nosotros, los hombres y mujeres, pero especialmente los pobres y excluidos, somos la imagen de Dios, por eso sólo a Él le pertenecemos (“a Dios lo que es de Dios”). Jesús vuelve a ubicar en el centro de la mirada, lo que es importante, lo que es fundamental y esencial”.
De esta manera, amándose a sí mismo y a los demás, estamos amando a Dios, porque Él habita en nuestras vidas (en la propia y en la del prójimo). Porque nuestras vidas le pertenecen.
Nosotras, como Auxiliares Parroquiales, como religiosas, vivimos en comunidad, con un espíritu, carisma, estilo, que nos identifica. Así lo expresamos en algunas de las reflexiones que vamos compartiendo y que orientan nuestras vidas:
“Al amor de predilección que el Señor nos ha manifestado al llamarnos, respondemos con un seguimiento más cercano de Cristo Sacerdote, viviendo en comunidad fraterna los votos de Obediencia, Pobreza y Castidad.
El espíritu distintivo de la Congregación, “…como lo fue el de los Apóstoles y primeros cristianos, debe ser el de una verdadera caridad y celo”, que se dirige primero a Dios, después a las Hermanas y luego a todos los hombres, en particular a quienes nos fueron confiados…especialmente a los pobres” (Constituciones n° 14,16).
“Fundadas en el Misterio de Dios Trinitario, estamos llamadas a construir comunión tejiendo relaciones simples, naturales, de cercanía, de amistad, de confianza, compartiendo lo que somos y lo que tenemos en nuestras comunidades y con los hermanos a los que el Señor nos envía” (Documento Comunión y Fraternidad, n° 2).
la Hna. Lucía Gil Elizalde, fundadora de nuestra Congregación nos dejó su legado también en este sentido:
“La fe viva, dice San Pablo, hace que Cristo habite en nuestros corazones…No se es cristiano solamente para creer y amar a Dios. Es necesario amar al prójimo y amarle deseándole todo bien y concurrir para darle lo que nosotros podemos para ese bien. La visita es una de las formas de caridad efectiva, pero siempre que como María nos encontremos llenos de Dios para visitar a nuestros hermanos”.
Ella sea modelo para nuestro caminar en el Amor.
Hna María de los Ángeles Puy