(Por Hna Elvira Gómez)
Si se la
juzgara superficialmente, tal vez se la creería víctima de un narcisismo poco
consonante con la vida religiosa que eligió.
Porque
amaba su figura elegante, esbelta, su cuerpo para el que tenía una verdadera
obsesión por los baños, los perfumes, la pulcritud extrema.
Pero, no; esa
personalidad fogosa, apasionada, exuberante, mostraba también y en muchas
ocasiones, una renuncia irrevocable a sus gustos y predilecciones; una
capacidad para asumir situaciones difíciles, dolorosas, que la dejaban en un
silencio profundo, notable, porque, naturalmente, hablaba para ser escuchada;
discutía para salir con la suya; opinaba para decir que había oído o leído cuanto
libro o noticia radial o periódico había
conocido.
Relataba con lujo de detalles para hacer vivir lo que decía
y conocía a cuanto sacerdote o seminarista había pasado en años, por la Arquidiócesis.
De uno de
ellos que la quería como muchos otros, se oyó decir: “No se conciben las
Auxiliares sin una Magdalena, pero tampoco, con dos”.
Generosa como la que más – harto lo demostró cuando ingresó
en la Obra en la
que había siete Señoritas, sin ningún atractivo humano sino siguiendo a ese
Cristo que la “enamoró” y sostenida por la comprensión y afecto del Fundador –
daba con esa exuberancia que para ella exigía. Dejaba libertad cuando dirigía
una comunidad, pero también la tomaba. Un sentido de justicia la hizo accesible
a todas, aunque se notaban sus predilecciones.
Amaba el
trabajo y con responsabilidad irrenunciable lo ejecutaba y lo exigía.
Apasionada, leía y releía a Santa Teresa, a Santa Catalina, las grandes,
deseando imitarlas, porque si no… para qué dejarlo todo…!
Con Santa Teresita no hacía “muchas migas”; eso de ser la
“pelotita del Señor” no la entusiasmaba mucho. Pero, en el último tramo de su
vida cuando le pareció que le coartaban su libertad, la comprendió y lo dijo
públicamente. Fue tal la sorpresa, que una de las Hnas. mayores, sonriente le recordó
tiempos idos…!
Al Padre Carboni que la quiso con predilección, le oí decir
una vez: “Es una niña grande”. Y, efectivamente, guardaba una ingenuidad, una
limpidez, una franqueza, porque era vasca por los cuatro costados –y de ello se
enorgullecía- que, en más de una ocasión, desconcertaba.
Y, todo eso, unido a una presencia física muy atrayente, lo
obligaron al Padre a mantenerla cerca suyo, porque en más de una ocasión y a
uno de sus penitentes a quien aconsejaba buscara a una compañera para su vida,
tuvo que frenar cuando le dijo: “Ya la tengo; esa Srita muy bonita que viene
todos los días al Rosario y a Vísperas”.
En Santa Rosa, con el grupo de laicos que formaba el Padre
Carboni, fue compañera y amiga. Ahora, en el centenario del nacimiento le piden
datos como quien fue testigo de sus vivencias de juventud, para organizar el
Acto Académico.
Fue Consejera en tres períodos del Gobierno General.
También pasó por las Parroquias de Devoto, Santa Rosa, Urquiza, siempre, por supuesto,
en Bs. As., porque ella amaba la “pastoral del asfalto” como decía. Y agregaba:
“los maizales del campo me deprimen…!” Tal vez por recuerdos de su niñez.
Sólo un tiempo estuvo en Capitán Sarmiento, provincia de Bs.
As., y allí comprobamos todas lo verdadero de sus expresiones.
Años más tarde, volcó sus aptitudes colaborando con los
jesuitas en Regina.
Y a esa libertad que tanto amó y pregonó cuando era
autoridad, el Señor le pidió el último reducto de obediencia misteriosa, crucificante,
purificadora.
También en la
Pastoral se derrumbaron esquemas que creían muy asegurados:
otros tiempos, otras personas…
Actualmente, retirada de toda actividad por una dolencia
ósea persistente, se regocija –son sus palabras- recibiendo en su casa a los
catecúmenos y otros adultos que desean profundizar su Fe.
Con frecuencia se reúne para participar en el “simposio de
los Aguirre” como ella dice, que deben ser menos “ateos” de lo que cuenta de
sus hermanos porque uno de ellos tiene dos hijos consagrados: uno en el
sacerdocio diocesano, y otro en los Marianistas.
A esta hija mayor de ocho hermanos, que dejó todo, todo, se
le puede aplicar lo de la
Magdalena del Evangelio: “Porque amó mucho, se le dio mucho”
Su pascua fue el 17 de marzo de 2011