domingo, 11 de octubre de 2020

Celebramos al Viviente que nos invita a su Mesa

 Reflexión del Evangelio del Domingo XXVIII según san Mateo 22, 1-14, desde nuestro Carisma:

"Tanto la primera lectura (Is.25,6-10) como el Evangelio de hoy (Mt. 22,1-14), nos presentan la imagen y la simbología de las BODAS. Esta es una imagen que hace referencia a la Alianza, tema muy querido y profundizado en las Sagradas Escrituras. El Dios en que nosotros creemos, es el Dios de la Alianza, un Dios eternamente Llamante, Buscador del hombre, deseoso de entrar en intimidad con su creatura. Con el anhelo de sentar a su mesa, para compartir el banquete, a todos los pueblos, a todos los hombres…

Estamos llamados a vivir la fraternidad universal…Somos convidados a ser parte de esta fiesta de bodas…Pero, ¿somos de los que ponen excusas para entrar a la fiesta? ¿somos de los que tienen otras urgencias en la vida? ¿O somos de los que están en los cruces de los caminos? ¿Nos disponemos a entrar a la fiesta con nuestro mejor vestido?

Los hombres seguiremos siendo unos eternos buscadores de orientación, felicidad, plenitud, verdad, amor. Seguiremos buscando el Absoluto. Pero acaso, ¿no estamos desoyendo una invitación que, quizá, otros hombres y mujeres sencillos están escuchando con gozo “en los cruces de los caminos”?

Nosotras, como Auxiliares Parroquiales, queremos ser de los que preparan la fiesta de la fraternidad, desde nuestro espíritu sacerdotal, y, por lo tanto, también eucarístico. Como lo expresamos en “Con Corazón Sacerdotal”: “La caridad es capaz de preparar la mesa, transformado el amor en ágape, fiesta; que en el umbral del mayor dolor, crea gestos, momentos para seguir expresando que ama hasta el extremo.

Desde un espíritu hondamente sacerdotal, seguiremos a Jesús, haciendo de nuestras vidas una invitación constante a los hermanos y hermanas al banquete del amor.

El dinamismo del Reino nos pondrá en el movimiento del Espíritu, siempre creativo y audaz, haciendo espacio y ampliando fronteras, saliendo de nosotros mismos, renunciando, eligiendo a veces la puerta estrecha, para que se lleguen otros, para que vengan los pobres, ciegos, cojos, enfermos y, finalmente, se llene la casa.

Por estar nuestra vida asociada íntimamente a la misión sacerdotal de la Iglesia, nuestras vidas han de ser profundamente eucarísticas. Compenetradosdel Señor, convertidos en Él, estamos invitados a prolongar en el mundo los gestos eucarísticos: preparar la fiesta, entregarnos con las mismas opciones de Jesús: pronunciar la acción de gracias, bendecir, hacer memoria del Señor. Hoy, compartiendo con una humanidad hambrienta de muchos panes – el del alimento, vivienda, trabajo, educación, salud, afectos – sentiremos, unidos a Jesús Sacerdote, la llamada a convertirnos en nuevos panes. La Eucaristía celebra el banquete anticipado, en la comunión de Dios con los hombres y de los hombres entre sí, que esperamos vivir en plenitud en el Reino consumado”.

Que Jesús, el Esposo, siga siendo nuestro Maestro, a quien queremos seguir, de quien queremos aprender, y con quien queremos compartir opciones y vida, con todo lo que esto implica."

 


Hna María de los Ángeles Puy apsm

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