sábado, 29 de abril de 2017

Queridas Hermanas:
Como todos los años, en este abril, en esta Pascua 2013, queremos recordar y seguir contagiándonos de nuestra Hermana Catalina de Siena. Su amor por la Iglesia, se enciende en nosotras de manera particular en este hoy de nuestra Iglesia Universal frente al acontecimiento de tener un Papa argentino!!! (Conocido personalmente por muchas de nosotras)
Además, transitando nuestros 80 años como Congregación, como Familia APSM.
Con este trasfondo festivo, ofrecemos algunas oraciones y reflexiones (se puede optar entre las varias reflexiones) para celebrar a Catalina.


Hnas. Equipo Pastoral de Encuentro
Con Catalina 
consentimos su Presencia y Obrar en nosotr@s
Proponemos, a lo largo de la oración, distintas imágenes de mujeres. Podemos elegir una de ellas para colocar en nuestro altarcito, junto a algún signo de Resurrección, flores, velita.             


(1ª imagen: Al contemplar nuestro propio manantial, y permitir que ÉL obre en nosotras, lo descubrimos habitándonos y desde ahí, desde bien adentro,  fluye en y por nosotras.)                                    

'Acogiendo el abrazo del Resucitado que hace nuevas todas las cosas, trazamos en nosotras el signo del Amor en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu                                                              
' “Piropeamos” y saludamos a Catalina como la dichosa por haber creído y comprometido su vida, su cuerpo, con el Reino.                  

Dichosa la mujer que tiene los ojos limpios, muy despiertos para saber leer el misterio de la vida, entender los signos de los tiempos,
y descubrir las huellas del Amado.


Dichosa la que tiene los oídos muy abiertos,
para escuchar los mensajes ofrecidos,
y acoger las voces de los pequeños,
los gritos de dolor, los anuncios del profeta.

Dichosa la mujer
que tiene las manos abiertas, desprendidas;
que sabe que el Reino de Dios le pertenece
y lo espera, también para los pobres.
La mujer de manos disponibles, serviciales,
generosas, para que el Reino de Dios venga.

Dichosa la mujer que camina sobre sus propios pies, apoyando sus huellas en las de Aquel que vivió hasta el extremo el amor, que busca enderezarse con otros  y con otras, que quiere dar a luz a la humanidad nueva.

Dichosa la mujer de corazón ardiente, que escucha la Palabra y se enardece, que goza con la promesa, contagia optimismo, cree en la utopía y la trabaja.

Dichosa la mujer alegre aunque conoce el sufrimiento y la pobreza.
No es alegría natural, es recibida, ha escuchado las bienaventuranzas. Sabe que los que sufren son dichosos, Dios está con ellos.

Dichosa la mujer que eleva sus brazos en actitud suplicante, consciente de su necesidad de Dios y del Espíritu que fecunda la Historia y hace posible el fruto deseado, el que hace “gemir a la creación entera como en dolor de parto”.

' Para contemplar su vida, puede ayudarnos el siguiente extracto[1]
El Señor elige a los humildes y sencillosEn realidad, cuando daba gracias al Padre por haber revelado los secretos de su divina sabiduría a los humildes, Jesús no tenía presentes en su espíritu solamente a los doce, que él mismo había elegido de entre el pueblo inculto, y que habría de mandar un día, en calidad de apóstoles suyos, a instruir a todas las gentes y a enseñarles todo lo que les había encomendado (cfr. Mt 28,19-20), sino que tenía también presentes a todos los que habían de creer el él, muchos de los cuales se contarían entre los menos dotados de los ojos del mundo.
Santa Catalina de Siena ofrece en sus escritos uno de los más luminosos modelos de los carismas de consejo, de palabra de sabiduría y de palabra de ciencia, que San Pablo testimonia que actuaron en algunos fieles de las comunidades cristianas primitivas y cuyo uso se esforzó por disciplinar convenientemente, advirtiendo que tales dones no son tanto para provecho de los que los poseen, sino más bien para provecho de todo el Cuerpo de la Iglesia. En efecto - explica el apóstol-, "todas las cosas las obra el único y mismo Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere" (1 Cor 12,11), de forma que sobre todos los miembros del místico organismo de Cristo debe redundar el beneficio de los tesoros espirituales que su Espíritu distribuye (cfr. 1 Cor 11,5; Rom 12,8; 1 Tim 6,2; Tit 2,15).
Sus Cartas son otras tantas chispas de un fuego misterioso, encendido en su corazón ardiente por el Amor infinito que es el Espíritu Santo.

¿Cuáles son las líneas características y los temas dominantes de su magisterio ascético y místico? Nos parece que, a imitación del glorioso Pablo, del que toma incluso el estilo robusto e impetuoso, Catalina es la mística del Verbo Encarnado y, sobre todo, de Cristo crucificado. Catalina de Siena fue la pregonera de la virtud redentora de la sangre adorable del Hijo de Dios, derramada sobre el leño de la cruz con amor desbordante para la salvación de todas las generaciones humanas.
Por lo cual podemos llamar a Catalina la mística del cuerpo místico de Cristo, es decir, de la Iglesia. Por otra parte, la Iglesia es para ella una auténtica madre
Acerca de su Amor a la IglesiaY, como, anticipándose no sólo a la doctrina, sino incluso al lenguaje del concilio Vaticano II, la santa escribe al Papa Urbano VI: "Santísimo Padre..: Tened presente la gran urgencia, que os corresponde a vos y a la santa Iglesia, de conservar este pueblo (Florencia) en la obediencia y en la reverencia a Vuestra Santidad, dado que sois para nosotros el jefe y el principio de nuestra fe".
Se dirige, además, a cardenales y a muchos obispos y sacerdotes con insistentes exhortaciones, y no escatima fuertes reproches, haciéndolo siempre con perfecta humildad y con el respeto debido a su dignidad de ministros de la sangre de Cristo.
Tampoco olvidaba Catalina que era hija de una Orden religiosa de las más gloriosas y activas de la Iglesia. Exige de los religiosos fidelidad a su excelsa vocación por medio del ejercicio generoso de las virtudes y de la observancia de las reglas respectivas. Tampoco olvida, en su maternal solicitud, a los laicos, a quienes dirige encendidas y numerosas cartas, pidiéndoles prontitud en la práctica de las virtudes cristianas y de los deberes del propio estado y una ardiente caridad para con Dios y para con el prójimo, porque también ellos son miembros vivos del Cuerpo místico; ahora bien, dice la santa "la Iglesia está fundada en el amor y ella misma es amor".




[1] Fragmentos de la Homilía pronunciada por el Papa Pablo VI en la BASÍLICA de San Pedro el Domingo 4 de octubre de 1970 en el acto de la proclamación de Sª Catalina de Siena, como doctora de la Iglesia Universal

Espíritu renovador y servicio al bien común… ¿Cómo no recordar, además, la actividad desarrollada por la Santa a favor de la reforma de la Iglesia?. Dirige sus exhortaciones principalmente a los sagrados pastores, indignada con santo enojo por la pereza de no pocos de ellos, preocupada por su silencio, mientras que la grey a ellos confiada andaba dispersa y sin dirección. "Ay de mí no puedo callar. Gritemos con cien mil lenguas - escribe a un alto prelado -. Creo que, por callar, el mundo está corrompido, la esposa de Cristo ha empalidecido, ha perdido el color, porque le están chupando la propia sangre, es decir, la sangre de Cristo".
¿Qué entendía ella por renovación y reforma de la Iglesia? No ciertamente la subversión de las estructuras esenciales, la rebelión contra los pastores, la vía libre a los carismas personales, las arbitrarias innovaciones del culto y de la disciplina, como algunos querrían en nuestros días. Por el contrario, Catalina afirma repetidamente que le será devuelta la belleza a la Esposa de Cristo y se deberá hacer la reforma "no con guerra, sino con paz y tranquilidad, con humildes y continuas oraciones, sudores y lagrimas de los siervos de Dios". Se trata, por tanto, para la Santa, de una reforma ante todo interior y después externa, pero siempre en la comunión y en la obediencia filial a los legítimos representantes de Cristo.
¿Fue también política nuestra devotísima virgen? Ciertamente lo fue, y de una manera excepcional, pero en el sentido espiritual de la palabra. Santa Catalina rechaza indignada la acusación de politizante que le lanzan algunos de su contemporáneos, escribiendo a uno de ellos:"… Mis paisanos creen que, gracias a mí y alas personas que me rodean, se hacen tratados; dicen la verdad, pero no saben de qué se trata, y, sin embargo, aciertan en sus juicios, porque no pretendo otra cosa ni quiero que los que me rodean se ocupen si no es de vencer al demonio y arrebatarle el señorío que ha adquirido sobre el hombre por medio del pecado mortal, en extraer el odio del corazón del hombre y en pacificarlo con Cristo crucificado y con su prójimo".
Por tanto, la lección de esta mujer política "sui generis" conserva todavía su significado y valor, aunque hoy se siente la necesidad de hacer la debida distinción, entre las cosas del Cesar y las de Dios, entre la Iglesia y el Estado.
Entrega total a Cristo
No cuenta con haber desarrollado un intenso y vastísimo magisterio de verdad y bondad con su palabra y sus escritos, Catalina, quiso sellarlos con la ofrenda final de su vida al Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, en la edad todavía joven de treinta y tres años. Desde su lecho de muerte, rodeada de sus fieles discípulos en una celda junto a al Iglesia de santa María sopra Minerva, en Roma, dirigió al Señor esta conmovedora oración, verdadero testamento de fe y de agradecido y ardiente amor:
"Dios eterno, recibe el sacrificio de mi vida a favor del Cuerpo místico de la santa Iglesia. No tengo otra cosa que darte si no es lo que tú me has dado a mí. Toma mi corazón y estrújalo sobre la faz de esta esposa"
El mensaje que nos trasmite es, por tanto, de una fe purísima, de un amor ardiente, de una entrega humilde y generosa a la Iglesia Católica. Cuerpo místico y Esposa del divino Redentor. Este es el mensaje específico de la nueva doctora de la Iglesia, Catalina de Siena, para que sea luz y ejemplo de cuantos se glorían de pertenecer a ella. Acojámoslo con ánimo agradecido y generoso, para que sea luz de nuestra vida terrena y prenda segura de la definitiva pertenencia a la Iglesia triunfante del cielo.
Pablo VI


'        Podemos agudizar el oído y, con Catalina, escuchar brotando de nuestro propio corazón algún eco de la Palabra de Dios sobre este presente de nuestra Iglesia… ¿Qué Palabra, salmo, trocito del Evangelio, me ilumina acerca de este momento que estamos viviendo como Iglesia?

'        Con CATALINA, cruzando el umbral de la Fe

[1]Por la Fe, nos asambleamos...
(Podemos reemplazar la palabra “teólogo” por “Profeta” o “hermana”)

A pesar de su carácter histórico y místico, de corte fundamentalmente personal, la fe, es un acontecimiento comunitario, eclesial. La experiencia personal cuaja en el testimonio intercambiado en comunidad, como lo atestigua la historia de los discípulos de Emaús o de María en el huerto (Lc 24,13-35; Jn 20,21-28).
[…] Desde su inicio, la fe es tradición, es decir relectura en comunidad de experiencias del misterio de Jesús crucificado. En esta reelaboración común permanente, cada comunidad implicará sus preocupaciones específicas y su trasfondo cultural propio. Por lo tanto, la tradición se ve compuesta, necesariamente, de diferentes tradiciones, que reflejan puntos de vista espirituales y teológicos diferentes, a veces contradictorios, parciales, aunque muchas veces complementarios.
[…] La teología trata de interpretar la tradición, iluminar y acompañar la inteligencia de la fe tal como la expresan las comunidades. Si este es un proceso permanente, en función del progreso de la fe y de la evolución de las mentalidades, la teología no puede tener carácter absoluto ni definitivo. El teólogo es un acompañante descalzo de una comunidad teóloga, en su camino para interpretar su experiencia de fe.
Por tal motivo la revelación, que la Iglesia considera concluida con el Apocalipsis, sigue siendo, sin embrago, un proceso permanente. […] Las Escrituras, tal como una fotografía que no ha terminado de revelar todos sus matices, necesitan pasar permanentemente por el baño "revelador" de la tradición. Este proceso durará, se supone, hasta el fin del mundo.
En esta perspectiva, la teología, como una de las herramientas de las que dispone la tradición para releer la revelación, a la luz de su propia experiencia histórica y mística, es, a su vez, un instrumento en permanente reelaboración. A partir de sus raíces en el caminar de fe de la comunidad creyente en el pasado, explora el presente, abierta a su futuro. En otras palabras, la teología es, a la vez y simultáneamente, acto de fidelidad (la dogmática) y novedad, afirmación de convicciones comunes y cuestionamiento balbuciente de una aventura "definitivamente inacabada".
Para cumplir con su misión, la teología cuenta con dos referentes imprescindibles. Se trata, primero, del sensus fidelium, es decir a convicción creyente acumulada en el tiempo por la intuición espiritual y la inteligencia eclesial de la fe, el "sentido común", de alguna manera.
En un segundo momento, el teólogo se refiere al Magisterio la instancia comunitaria que confirma, garantiza y defiende el avance de la fe de la Iglesia, cuidando, a su vez, de no entorpecer (entristecer, diría Pablo) el actuar permanentemente nuevo del Espíritu en la historia. Se corre siempre este riesgo al detener la exploración creyente en una etapa de su proceso en el tiempo.

Por la Fe, caminamos…
            La experiencia creyente es ante todo un proceso vital. La vida misma, con sus etapas y sus fases, juega el papel permanente de revelación progresiva.
El creyente es un explorado empedernido, alguien que nunca deja de interrogar y buscar. Se parece al minero que se adentra a la oscuridad de las vetas espirituales inexploradas del misterio, con la débil y frágil lámpara de su experiencia compleja. La oscuridad del “no saber” se hace en él cada vez más invasora, y no son pocas las veces en que la lámpara se apaga o se hace casi inservible. En este proceso de desnudamiento su fe se reduce a “lo que le queda cuando no le queda nada”.
Esta experiencia […] se vive como un despojo de todo discurso sobre el misterio. Se identifica, en adelante, con el abandono de toda creencia, para quedarse, simplemente, con la apuesta por el que “es”, como afirma el propio Yahvé en la zarza ardiente.
            […] En el silencio de Dios y la fiel espera ante la puerta cerrada de su misterio, el creyente emprende el doloroso camino del despojo y del desnudamiento. Llegada su etapa final, la fe exige, una ascesis de purificación intelectual, moral y afectiva, que hace acceder al creyente, poco a poco, a la transparencia que llamamos humildad.
            Dentro de ese desierto intermediario entre las creencias abandonadas, porque inservibles, y la espera de la transfiguración, bajo la nube del no saber, la fe se vuelve largo luto y muerte anticipada: “muero porque no muero”. Esta expresión podría ser el grito de la fe cuando todo es demás, exilio, vano pretexto ante el silencio de Dios y el deseo de Él que nos invade absolutamente.
Podría ser que el avanzar en este proceso nos haga más extraños a nuestro propio medio creyente, demasiado seguro de sus discursos que a algunos ateos en búsqueda trágica de sentido.
La vida consagrada pretende ser la audacia por excelencia del proceso de la fe. Se presenta como escuela de búsqueda, exploración y acompañamiento de la aventura de la noche y anticipación de la purificación final de la muerte, en particular a través de la simbólica de los votos. Cuando se vuelve un simple refugio que acumula las seguridades, doctrinales, morales y hasta materiales, deja de ser verdaderamente escuela espiritual.
[…] el teólogo es un servidor descalzo, un artesano que se sabe necesario, pero sobre todo inútil a al hora de Dios.

'        Para compartir… ¿Cuál es el "sentido común" de esta Iglesia particular? ¿qué singular riqueza de la Fe de esta Comunidad diocesana percibo y me edifica?

'        A modo de “profesión de Fe”, podemos rezar juntas este Credo de la Resurrección, sintiendo que Catalina reza con nosotras, y nos anima a seguir proclamando y compartiendo esta fe:




[1] Simón Pedro Arnold, osb, ¿A dónde vamos?,Lima Perú 2012. 

Creo Señor en la vida,
creo que vale la pena apostar.
Creo en las manos abiertas,
la cárcel desierta, el trabajo y el pan.

Yo creo en toda palabra,
Que no esconda la verdad
Toda señal, todo abrazo,
Que apriete los lazos de fraternidad

CREO EN UN DIOS COTIDIANO
QUE LLENA LAS PLAZAS DE SOL
QUE HABLA CON LOS JUBILADOS
Y PAGA AL CONTADO
LO QUE PROMETIÓ.

Creo en el tiempo del hombre,
Cuando pelea al dolor.
En el que rompe mordazas
Construye su casa, comparte el calor.

Creo que vale la pena
Fundir espadas y hacer
Miles de rejas de arados
Y en surcos callados hundir otra vez.

CREO EN EL DIOS DE LOS RITMOS
DE CUERDAS Y VIENTOS
DE QUENA Y CANTOR
DIOS BUSCADO POR GUITARRAS
Y CADENCIAS QUE AMARRAN
LA VIDA Y

Creo en una tierra nueva
bajo esta misma ciudad
crece en silencio y madura
por la cerradura se puede espiar.

Creo que bajo los puentes
corre agua de manantial
riega el esfuerzo del hombre
y enhebra sus días con la eternidad...

CREO EN UN DIOS COMPAÑERO
QUE PARTE CONMIGO SU PAN
LLORA CONMIGO EN EL LLANTO
Y CANTA EN EL CANTO
CUANDO HAY QUE CANTAR.

Creo que el tiempo nos lleva,
a tu retorno final
cuando se alce tu voz fuerte
que manda a la muerte su presa soltar.

CRISTO SEÑOR DE LA HISTORIA
CREO
EN LA RESURRECCIÓN
CLAVE
DE TODO DESTINO

DERRAMA TU VINO
SOBRE ESTA NACIÓN.

ALELUYA, ALELUYA, ALELUYA

ORACIÓN final: 
Señor Dios, Vos mostraste a santa Catalina el amor infinito hacia todos los hombres, hechura de tus manos, que arde en tu corazón. Ella compartió generosamente esta revelación y la vivió en todas sus consecuencias hasta el heroísmo. Concédenos que podamos seguir su ejemplo, confiando en tus promesas y aumentando nuestra fe en tu presencia. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
















1 comentario:

  1. por inconvenientes técnicos, la presentación no es nítida. Seguimos intentando mejorarla!

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